Por Óscar Antonio Roa
Estilo indefinido, pero a final de cuentas soberbio, así era el arte del pintor mexicano Rufino Tamayo, a quién se conmemora a 29 años de su deceso.
Un valor curricular bastante amplio expone la soltura, creatividad e intelecto de un artista con 1300 óleos pintados, 456 litografías y mixografías, 350 dibujos, 20 murales y, por si fuera poco, un vitral. Todas estas obras ateniendo a un estilo único, incomparable con otro de los grandes artistas mexicanos que la historia nos ha brindado, esta característica se refiere al grado de expresión más mexicano posible en comunión con una mezcla de arte mundial, dando como resultado piezas artísticas inmortales.
El nacido en Oaxaca un 26 de agosto de 1899, comenzó a inmiscuirse en la pintura cuando entró a la Academia de Bellas Artes de San Carlos, pero como el arquetipo de un gran genio destinado a grandes cosas, abandonó sus estudios. Este acto que definió una forma de expresión auténtica, hizo de Tamayo a un artista reconocido a nivel mundial, sobre todo por imponer tendencias de las vanguardias europeas dentro de sus cuadros, pero siempre ateniéndose a las raíces de su madre patria mexicana.
Una paleta de colores totalmente mexicana plasmada en una obra que remite al indigenismo mexicano, hacen la mezcla perfecta para los murales ubicados en museos como: El Palacio de Bellas Artes, El Conservatorio Nacional de Música en México, el Museo Nacional de Antropología e Historia, La Biblioteca de la Universidad de Puerto Rico y la sede de la UNESCO en París, Francia. Asimismo, las características planteadas permiten que sus obras sigan recorriendo el mundo, presentándose en lugares como el Museo de Arte Moderno de Nueva York, Estados Unidos, Museo Guggenheim Bilbao, España, o en el Museo Phillips Collection en Washington D.C., Estados Unidos.
El legado del artista se caracteriza por representar en todo momento la mezcla de la que somos parte, sin dejar nuestras raíces, podemos alcanzar un grado mayor de desenvoltura cultural si aprendemos a utilizar las herramientas brindadas por el resto del mundo, conjuntarlas con las nuestras y devolverlas para manifestar algo maravilloso, al menos, así es como lo hizo nuestro pintor Rufino Tamayo, fallecido el 24 de junio de 1991 en la Ciudad de México.
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