Esta semana se conmemora el treinta aniversario de la matanza de Tiananmen. La manifestación política más grande en la historia de la China comunista se convirtió en la más sangrienta represión política de la historia moderna.
En la primavera de 1989, el popular líder chino Hu Yaobang murió, dos años después de haber dejado el cargo de secretario general del Partido Comunista de China, el Politburó decidió destituirlo por ser demasiado liberal. Con motivo de su muerte miles de estudiantes se reunieron en la Plaza de Tiananmen para exigir que el partido le rindiera los honores adecuados. Al honrar su muerte, los estudiantes manifestaron su frustración por la ausencia de liberalización política, su indignación con la corrupción y el malestar por la inflación que se había generado durante los años de “reforma y apertura” bajo el mando del principal líder del país, Deng Xiaoping. En las siguientes siete semanas el número de manifestantes fue aumentando, y ante la falta de respuestas por parte de los líderes del partido, las demandas se hicieron más radicales, los estudiantes declararon una huelga de hambre y las manifestaciones se extendieron a otras ciudades del país.
Deng decidió declarar la ley marcial, pero los manifestantes se atrincheraron. Para la noche del 3 de junio se ordenó el uso de la fuerza, los tanques entraron en la plaza y las tropas abrieron fuego.
Se desconoce el número de muertes. Inicialmente la Cruz Roja China informó que habían matado a 2,600 personas, pero se retractó inmediatamente. El gobierno chino afirmó que murieron 241 personas, incluidos 23 soldados. Los hechos provocaron un rechazo generalizado en la sociedad china y condujo a la condena internacional, se le impusieron sanciones económicas a China. El secretario general del Partido Comunista de China, Zhao Ziyang, que se había negado a aceptar la decisión del uso de la fuerza y había abogado por una posición conciliatoria, fue destituido y puesto bajo arresto domiciliario, reclusión que terminó en 2005, cuando murió.
Estos hechos provocaron grandes cambios dentro del partido y son el motivo de las actuales políticas autoritarias del gobierno. Los líderes del partido sacaron sus propias conclusiones: no deben de estar divididos internamente, el partido está en asedio permanente de enemigos en casa que se alían con enemigos en el extranjero, y la reforma y apertura económica deben tener un lugar en la disciplina ideológica y el control social.
Para el Politburó las protestas de Tiananmen son un presagio aterrador, acontecimientos que no pueden volver a suceder. Hoy, el partido recurre a formas de control cada vez más sofisticadas e intrusivas para combatir cualquier fuerza de liberalización. Sin embargo, cada vez hay más intelectuales, estudiantes y clase media en ascenso que no están dispuestos a seguir una ideología y forma de gobierno caduca.
• Es internacionalista, politólogo, abogado y
profesor de derecho en la UNAM. @heladioramirez