POR RUBÉN MACHAEN
La Academia de las Artes y las Ciencias de Estados Unidos estipulan el Premio Oscar como el máximo galardón al trabajo profesional de la
industria cinematográfica, en el que tienen cabida desde directores, actores y guionistas, hasta escenógrafos, ingenieros de sonido y un largo etcétera.
Su creación, en 1929, se dio con el fin
de mejorar la imagen pública del universo cinematográfico y servir de bálsamo en torno a las disputas laborales dentro de la industria del entretenimiento. Bajo esta premisa, una de las figuras de premiación de las que se vale la Academia, es la del Oscar Honorífico, cuyo fin es premiar la carrera y trabajo de artistas que no pueden ser reconocidos mediante los trofeos habituales.
Por esta vía, fue que
el director, escritor, músico, pintor y fotógrafo estadounidense David Lynch (Montana, 1946)
se hizo merecedor del Oscar Honorífico luego de
haber sido nominado en cuatro ocasiones, entre 1981 y 2002, sin llegar a obtener el premio. Y es que, probablemente, los mismos
que se preguntaban por qué Lynch no había ganado un Oscar sean los mismos que se preguntaban por qué Jorge Luis Borges nunca ganó el Nobel de Literatura.
Desde que la noticia del galardón
se dio a conocer a principios de 2019, tanto la crítica como la fanaticada lynchiana, aplaudieron el reconocimiento a las más de cuatro décadas de trabajo del director responsable de proyectos tan eclécticos y ambiciosos como Eraserhead (1977), Elephant Man (1980), Blue Velvet (1986), Mullholand Drive (2002) y la tan surrealista como onírica Twin Peaks (1990-2017), mientras esperaban el día de la premiación de uno de los artistas más multidisciplinarios de la escena cinematográfica como un posible nuevo parteaguas que marcaría un antes y un después en los recovecos de la industria cinematográfica.
Acompañado por tres de sus grandes
colaboradores, las actrices Isabella Rosellini y Laura Dern (Dorothy Vallens y Sandy Williams, en Blue Velvet) y Kyle MacLachlan (Jeffrey Beaumont en Blue Velvet y Dale Cooper, en Twin Peaks) Lynch se limitó a dar dos sucintos agradecimientos: el primero, a la Academia; el segundo, a la estatuilla del Oscar.
“A la Academia y a todos los que me
ayudaron en el camino, gracias”, dijo Lynch digiriéndose a la audiencia. “Tú tienes una muy linda cara. Buenas noches”, remató mirando directamente a la estatuilla, recibiendo entonces una ovación de aplausos del público, entre ellos, el director Quentin Tarantino y el actor Leonardo DiCaprio.
GALARDÓN INCLUYENTE
Sin embargo, la noche no se trató únicamente de David Lynch. La actriz Geena
Davis (Thelma & Louis, 1991) recibió el premio humanitario Jean Hersholt por su labor en pro de la igualdad de género en la industria cinematográfica; la directora y escritora italiana Lina Wertmüller (primera directora en ser nominada al Oscar, por Pasqualino Settebellezze, 1975) y el actor Wes Studi (The Last of the Mohicans, 1992 y Dances with Wolves, 1990) como el primer nativo americano en hacerse de la estatuilla.