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Triste felicidad

Triste felicidad

Columnas jueves 22 de agosto de 2019 -

“ Me siento feliz, muy feliz, esta compensación que estoy recibiendo borra todos mis sufrimientos. La vida espiritual es para mí no una realidad, porque lo fue hace tiempo, constituye mi nueva felicidad”.

No, no se confundan, no son palabras de nuestro amado líder en alguna de sus mañaneras, es el mensaje que transmitió el espíritu de Plutarco Elías Calles en una sesión espiritista, el 22 de octubre de 1945, tres días después de haber fallecido.

Pero no vengo a contar historias de fantasmas, sino a hablarles sobre la felicidad. Y es que después de que nuestro presidente afirmó que el pueblo está feliz, feliz, feliz —y el pueblo somos todos los mexicanos—, no he dejado de darle vueltas al asunto, me entró la inquietud histórica, me puse a buscar y les tengo noticias: esto de la felicidad no es nuevo, muchos de los protagonistas de la historia se preocuparon porque los mexicanos de antes y de ahora fuéramos felices.

En un primer momento me dieron ternura, fue imposible no imaginar, por ejemplo, a Benito Juárez saludando a Prieto, Ocampo y compañía con el típico: “Feliz lunes”; o a Pancho Villa diciéndole a sus dorados: “Recuerden, allí donde estén pueden ser felices” o a Zapata deseando a sus hombres un “Feliz finde” y todas esas frases abominablemente cursis que corren llenas de felicidad por las redes sociales.

Pero por fortuna, nuestros héroes y villanos no eran tan ñoños y su concepto de felicidad tenía que ver, en un principio, con la prosperidad, con la justicia y con la igualdad. El derecho a la felicidad surgió durante la ilustración, a finales del siglo XVIII y llegó a México con los aires libertadores de la independencia.

Hidalgo expresó: “De suerte que sin patria ni libertad estaremos siempre a mucha distancia de la verdadera felicidad”. El cura Morelos fue más lejos, incluyó el término felicidad en varios artículos de la Constitución de Apatzingán (1814). “La ley es la
expresión de la voluntad general en orden a la felicidad común” y estableció la manera como los mexicanos podían ser felices: “La felicidad del pueblo y de cada uno de los ciudadanos consiste en el goce de la igualdad, seguridad, propiedad y libertad”.

Y para que les quede claro a nuestro amado líder y a toda la clase política, en la Constitución de Apatzingán, sí, desde hace 205 años quedó establecido que la felicidad “es el objeto de la institución de los gobiernos y el único fin de las asociaciones políticas”. Creo que nunca lo han entendido.

Iturbide también le entró al tema felizmente; pero siendo bastante arrogante, en 1821 hizo responsables a los mexicanos de su propia felicidad: “Ya sabéis el modo de ser libres, a vosotros toca señalar el de ser felices”. Antonio López de Santa Anna se la pasaba feliz, feliz, feliz, ni duda cabe, pero no andaba tan perdido como para no saber cómo hacer feliz al pueblo: “La agricultura, industria y el comercio fuente únicas de la felicidad que apetecemos”. Benito Juárez sumó todo: progreso, justicia, igualdad, seguridad, industria, comercio, pero le agregó un elemento fundamental: la educación y modificó el concepto en general para referirse a la felicidad social.

Al parecer, Maximiliano no vendría al caso en este feliz recorrido, pero nos prometió un momento de sublime felicidad. Antes de morir fusilado expresó: “Quiera dios que mi sangre haga la felicidad de mi nueva Patria” y así fue, lo mexicanos fueron muy felices al enterarse de su muerte.

Don Venus era todo corazón y toda generosidad, cuando derrotó a sus enemigos, Huerta, Villa, Zapata fue muy feliz, tanto que al convocar al Congreso Constituyente expresó: “Hemos logrado triunfar en la lucha, pero no nos satisface esto únicamente: no queremos ser felices solos, sino hacer partícipes a todos de nuestra misma felicidad”. Y bueno, al decir “todos” se refería solo a sus amigos porque a sus enemigos siguió repudiándolos.

Más allá de las frases retóricas, la gran paradoja es que nuestra felicidad es inmensamente triste. Hay que comunicarle a nuestro amado líder que no, no somos felices porque el progreso, la justicia, la seguridad, la igualdad, la educación, el comercio, la agricultura, la industria —elementos necesarios para ser felices según nuestros héroes— no han logrado arraigar en México y más de dos siglos después no se ve para cuándo.

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/CR

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