En un tono que más bien parecía una despedida, el presidente Andrés Manuel López Obrador pidió un año más a los mexicanos para cimentar lo que él llama la cuarta transformación; de nuevo, como acostumbra, utilizó metáforas para advertir al conservadurismo que no va a poder echar atrás las bases que ya están puestas para que no regrese el pillaje a nuestro país como si presintiera que su movimiento tendrá corta vida dada la situación de violencia desatada hoy en México.
¿Qué le pasa al Ejecutivo federal? Está consciente de que la batalla contra la delincuencia organizada está perdida y por eso corre a paso veloz para que sus programas sociales queden sembrados y nadie pueda arrancarlos si es que en el futuro gobernara otro partido político que no sea Morena.
La problemática que tiene encima el primer mandatario no es poca cosa, con los últimos acontecimientos, desde la liberación de Ovidio Guzmán hasta la masacre de la familia LeBarón, las presiones se recrudecieron, en especial las externas que vienen del país vecino con Donald Trump a la cabeza.
López Obrador sabe que el presidente de los Estados Unidos encontró un pretexto ideal para acorralarlo aun más en su búsqueda por conservar la presidencia de su país, y que mejor que diciendo que nuestro gobierno es incapaz de garantizar la seguridad de sus connacionales como quedó demostrado con el asesinato de mujeres y niños de origen estadounidense.
¿No será mucho mejor que el gobernante tabasqueño reconsidere su estrategia para combatir el crimen organizado que ya mostró uñas y dientes ante la debilidad del Estado de que no irá detrás de ellos?
Los mexicanos no queremos vivir en medio de una guerra; sin embargo, tampoco deseamos vivir en un país donde diariamente nos enteramos de que el narco tiene el control en varios estados y que la inacción del gobierno los empodera para actuar con total impunidad dejando miles de personas muertas en menos de un año de gobierno lopezobradorista.
El presidente tiene todo de su lado para dar buenas cuentas, pero se ha obsesionado con una estrategia que no ha dado resultados porque la violencia sigue imparable a pesar de los llamados a portarse bien. No se trata de exterminio como lo llama el mandatario, se trata de controlar a los capos que están hundiendo a México y lo están convirtiendo en el mayor cementerio de Latinoamérica.
¿No será tiempo de que ya cambié al secretario de Seguridad Ciudadana, Alfonso Durazo que no ha tenido la visión que se requiere para dar resultados óptimos en el combate a la inseguridad?
El presidente López Obrador sabe que si falla en esta lucha descarnada contra la delincuencia nada de lo que haga en otra materia será suficiente para que los mexicanos lo sigan respaldando. Aún está a tiempo.