Ayer revisamos algunos de los errores y retrocesos que, en mi concepto, se produjeron a un año de la victoria de AMLO. Falta decir que buena parte de esos errores y retrocesos no hubieran tenido lugar si el sistema político mexicano contara con partidos y dirigentes de oposición sólidos. La responsabilidad de levantar la voz, denunciar errores y contribuir a la estabilidad y crecimiento del país reside también en los actores políticos de oposición. Tanto el PRI como el PAN, supuestamente los dos grandes, se han diluido en una interminable lucha interna por determinación de sus liderazgos y el control de lo que sobrevivió de sus estructuras después del vendaval que los arrasó en 2018.
El PRI parece que ya se resignó a ser el satélite de Morena. Desde que todos los senadores del PRI aprobaron la licencia de Manuel Velasco para ser senador/ gobernador, hasta el último voto a favor de la Reforma Educativa de AMLO que destruye todo lo que el PRI hizo en la administración pasada, sólo hemos visto un PRI agachado. Como escribió Héctor Aguilar Camín, más vale atenerse a “lo que la sociedad puede esperar del PRI y el PRI de la sociedad: poco o nada, y hasta menos que eso”.
En lo referente al PAN, nadie sabe qué ocurre ahí.
Una oposición estridente, simbólica, ruidosa y acaso testimonial. Es más o menos sorprendente cómo los panistas siguen quejándose de que Ricardo Anaya perdió por la intervención electoral de Peña Nieto, en lugar de ponerse a trabajar para el futuro del país. Por ahora, el PAN es un partido intelectualmente inerte, sin oferta de gobierno más allá de lugares comunes y posturas inerciales de años anteriores. Ninguna propuesta alternativa, ninguna medida de gobierno que establezca una diferencia constructiva para desplazar la hegemonía electoral de Morena. La derrota, igual que al PRI, los ha dejado indiferentes e incapaces de una autocrítica inteligente que augure su resurgimiento.
Recientemente apareció Futuro 21, ese reciclaje de militantes perredistas y candidatos derrotados en contiendas anteriores. Ahí ni siquiera tienen un posicionamiento compartido en torno a los grandes temas nacionales. No se ría. Dijeron que apenas están definiendo su programa y cómo van a constituir su partido.
El desprestigio de los partidos políticos mexicanos como consecuencia de escándalos de corrupción e incumplimiento de promesas de gobierno alcanza tales proporciones, que numerosos analistas consideran que, conforme se hundan los viejos partidos, la nueva fuerza de oposición será Movimiento Ciudadano. La frescura de algunas de sus figuras y lo novedoso de unos cuantos planteamientos les han permitido despuntar en un horizonte de enanos políticos. Sea como sea, mientras nose articule una plataforma y un liderazgo de oposición capaz de representar a los mexicanos insatisfechos con este gobierno, AMLO seguirá minimizando la crítica. Eso es negativo para México.
•Internacionalista y analista político:
@avila_raudel