Israel bombardeó Gaza tras más de 250 cohetes, más de 21 palestinos han muerto y dentro de ellos dos mujeres embarazadas y un bebé de 14 meses, apenas catorce meses.
La guerra ha empeorado, y ha intensificado el daño a los millones de habitantes de Gaza y a los cientos de miles de israelíes que viven alrededor de la Franja palestina.
Han sido días de escuchar cohetes, granadas, gritos de desesperación, derrumbes de construcciones y al mismo tiempo, un silencio de dolor.
Se dice que gran parte de los civiles han corrido a los refugios antibombardeos al sur y entre la información que corre por los medios, hacen énfasis que más de 200 mil niños y adolescentes han dejado de ir a sus colegios y a las guarderías, pero solo me deja pensando si estando en sus casas, pueden dejar de ser víctimas de una pelea que no les corresponde.
Ali Hassan Jadallah es un fotoperiodista palestino que desde hace tiempo comencé a seguir por Instagram por su nivel de trabajo que realiza en los enfrentamientos de una guerra sin fin. Retratos e imágenes que te acercan al dolor y a la angustia de perder a un ser querido o de perder todo, y solo quedarte con el miedo ante los bombardeos y los escombros de sus calles.
Ali ha cubierto tres guerras en la franja de Gaza y se dedica a fotografiar todo lo que pase en el área para la agencia Anadolu, una agencia de información muy completa que cubre desde Medio Oriente hasta Venezuela. Fundada en 1920 durante la Guerra de Liberación en Ankara, Turquía.
En la imagen que hoy vemos, conocemos el cuerpo de la pequeña Sabaa Arar, una bebé palestina que descansa en la morgue frente a los ojos de desconocidos que cargan cámaras de video y de fotografía para retratarla en el peor momento, en el instante en que ya no es vida, sino un recuerdo de su madre, y una cifra más de las injustas muertes de una guerra sin fin.
Un año, dos meses y su madre, quien esperaba a su hermanito o hermanita, se convirtieron en cifra, en noticia, en pasado.
Veo la serie de fotos de Ali, y se me parte el corazón, me duele el alma y como madre, no puedo imaginarme en una situación así.
Hace un par de años, en una de las tantas pláticas con Narciso Contreras, fotoperiodista mexicano, quien cubría la guerra en Siria, nos mostró imágenes crueles de la muerte de los pequeños que llegaban al hospital con balas en sus cuerpos.
Narciso ganó varios premios, y su trabajo era muy bueno, era valiente, corría de lado a lado de las calles entre tiroteos, se escondía con los rebeldes, y era testigo del fallecimiento de cientos de personas.
No olvido una de sus imágenes de una pequeña sobre la cama fría de un quirófano, con su cabecita deshecha por una bala y también recuerdo que no dormí los siguientes días por soñar con el rostro de la pequeña.
Hoy es igual, Sabaa apenas había empezado a caminar, seguramente ya le llamaba a su madre como “mamá”, seguro jugaba o le hacía compañía a su madre embarazada cuando todo se volvió negro y quedó allí, con su pañal, su sweater café y sus chonguitos en la cabeza.
También pienso en tantos jóvenes que desean ir a cubrir fotográficamente una guerra, y que no tienen idea a las escenas que se enfrentarían. Una de ellas, es esta.
Eso hace el fotoperiodista: atestiguar lo que sucede a miles de kilómetros, en una ciudad donde pocos valientes se atreverían a pisar, en donde no es amarillismo ver hoy a esta pequeña solita y recostada en la cama más fría de su vida, es dejar una imagen, un rastro de las batallas que dirigen hombres sin sentido humano, sin saber que vidas pequeñitas se pierden entre tus diferencias idealizadas.
El fotoperiodista debe de ser frío y tajante. Dejar las emociones para después, porque la noticia es así, ruda y muchas veces cruel.
QPD Sabaa Arar y todos los niños que han muerto por la explosión de un cohete, de una granada o una bala que en realidad no iba para ellos.
Tw: @lauragarza
Instagram: @lauragarzag
Web: www.lauragarza.com