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Un mundo nos vigila

Un mundo nos vigila

Columnas martes 23 de julio de 2019 -

Es pleno verano y contrariamente a lo que piensa nuestro amado líder nadie debería portarse bien, al fin y al cabo son vacaciones. Pero siguiendo sus enseñanzas, como a mí tampoco me gusta hacer leña del árbol caído, decidí no portarme mal en este espacio, al menos por hoy, así que no hablaré de su berrinche en Ciudad Valles que llevado a las pantallas podría ser titulado: “Si no aplauden son provocadores. La película” —jamás el cine se atrevió a tanto—.

Tampoco quiero entrarle al tema de los grandes periodistas de la República Restaurada que nuestro amado líder puso como ejemplo para regañar a Proceso y que, que por cierto, le hicieron ver su suerte a don Benito exactamente con lo que nuestro presidente no soporta: una crítica aguda, certera y permanente — basta ver cómo lo representaban los moneros de la época para darse una idea—.

Esos periodistas no pensaban en ninguna transformación ni qué ocho cuartos, simplemente creían que su deber era criticar al poder y Juárez aguantó candela.

Pero como no quiero tocar esos temas —por cierto, mandé hacer una camiseta que diga “No me porto bien como Proceso”— y como todavía estoy celebrando la llegada del hombre a la Luna hace 50 años, les traigo una historia del infinito y más allá: el primer avistamiento en México de un objeto volador no identificado, documentado además por una de las mejores plumas de la primera mitad del siglo XX: José Vasconcelos.

Los últimos años del siglo XIX desataron una fe ciega por el progreso y la ciencia, por los descubrimientos y las invenciones. El inicio de la nueva centuria estaría acompañada por una serie de inventos que anunciaban el paso firme del mundo moderno. La prensa otorgaba importantes espacios a notas como la del explosivo italiano llamado Cosmos, “cincuenta y cinco veces superior a la pólvora y veintiocho más que la dinamita”, o la de los novedosos clavos de caucho Alemanes que “no son atacados por el moho y están libres de las influencias magnéticas”.

Al acercarse el cambio de siglo todo era posible. Para los hombres de ciencia el saldo de las últimas décadas, sin lugar a dudas, era positivo y las posibilidades que traía consigo el nuevo siglo eran inimaginables. Un astrónomo estadounidense, esperaba que el siglo XX fuera testigo de la comunicación con otros mundos: “Creo que no tardaremos en poner a prueba la idea de que, si no podemos ver a los habitantes de otros mundos, por lo menos podremos comunicarnos con ellos. Al aumento de la fuerza del telescopio vendrán a unirse los buques aéreos, que permitirán al astrónomo, acercarse mucho más que hoy a las estrellas”.

▶ En medio de la vorágine de modernidad y progreso no era difícil encontrarse con historias asombrosas.

Establecida en Piedras Negras, Coahuila, la familia Vasconcelos solía realizar su paseo dominical en la población fronteriza de Eagle Pass. José — el futuro intelectual y político— apenas cruzaba los 10 años y disfrutaba al máximo aquellos paseos. En una ocasión, cuando regresaban de su visita a los comercios estadounidenses, al cruzar el puente internacional, cerca del mediodía, observaron algo extraordinario.

“De pronto, nacidos del seno humoso del ambiente —escribiría años después José Vasconcelos en su primer volumen de memorias Ulises Criollo—, empezaron a brillar unos puntos de luz que avanzado, ensanchándose, tornábanse discos de vivísima coloración bermeja o dorada. Con mi madre y mis hermanas éramos cinco para atestiguar el prodigio. Al principio creíamos que se trataba de manchas producidas por el deslumbramiento de ver el sol. Nos restregábamos los ojos, nos consultábamos y volvíamos a mirar. No cabía duda; los discos giraban, se hacían esferas de luz; se levantaban de la llanura y subían, se acercaban casi hasta el barandal en que nos apoyábamos. Conmovidos comentábamos, emitíamos gritos de asombro, gozábamos como quien asiste a una revelación”.

Vasconcelos nunca pudo encontrar una explicación lógica al fenómeno que presenció, pero tampoco le dio más importancia. Hoy los ovnis han pasado de moda, pero lo que es un hecho es que México sigue en la Luna.

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/CR

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