Se ha señalado que nuestro Supremo Líder, nuestro Padre de Pueblos, no saluda a la bandera ni canta el himno nacional. Y se ha especulado, con rabiosa injusticia, con que esos gestos, que yo veo como propios de un hombre que ya está en un plano espiritual superior, de un hombre que flota moralmente por encima del resto de los mortales, son muestras bien de su arrogancia, bien de algún prejuicio religioso. No es así. Nuestro Presidente Eterno tiene el brillo inconfundible de ojos del pueblo humilde y, sobre todo, es un progre-sis-ta. El único del país, según nos han explicado varios intelectuales afines; el que va a traer la igualdad entre hombres y mujeres, el respeto a la comunidad LGTB, la despenalización del aborto. El Olof Palme de Tepetitán, vamos. No. Si el presidente no canta el himno es porque se trata de un himno fifí. Es un himno ancien régime, un himno de cuando la historia se encaminaba apenas a su final, al paraíso en la tierra que hoy vivimos. A la 4T. Así que digámoslo de una vez: necesitamos un nuevo himno. Con toda humildad, me atrevo a proponer unos cuantos momentos, unas estrofas:
• (Coro)
Con un aura luminosa llegó el Mesías A llenar al Pueblo Bueno de Bendiciones.
Con la cuenta de banco y la cartera vacías, Decidido a liquidar las corrupciones.
El crimen baja, la economía se dispara, Impulsada por beisbol e hidrocarburos.
Con la fraternidad de los Castros y Maduros, A la 4T ya nada la para.
Levántate, Pueblo Bueno.
Palea el carbón, cultiva la piña miel. Fulmina al neoliberal con voz de trueno.
El Gran Tlatoani te será fiel.
(Entra coro)
Mana el petróleo, circula el Tren Maya, Con una locomotora de vapor.
Indiferente al jaguar y la guacamaya, Hace que los fifís se retuerzan de ardor.
De rodillas los abyectos españoles, Vengada la traición del tlaxcalteca, Rompimos por fin las relaciones Y fue restituida la grandeza azteca.
Al final del himno, podríamos romper el récord de “na na na, hey Jude” impuesto por los Beatles con un minuto más pero de “canta, canta, canta”.
Sin más por el momento, me limito a sentenciar lo obvio: que este viernes la Orden de Macuspana es, sin debate posible, para Gerardo Fernández Noroña.
Estuvo activo esta semana, mi diputado.
No, no en la cámara. No en afanes legislativos. En la calle, en redes sociales: con el pueblo. Con el trabajador de Twitter al que le dijo que no trataba con empleados; con la persona a la que le dijo que le iba a aventar a la Guardia Nacional (aunque con permiso del Señor Presidente, no se me esponjen); con la señora a la que grabó en la cola para exhibirla luego de que, incomprensiblemente, lo llamó “pejezombie”. ¿Para qué queremos el poder si no es para, en un ejercicio pedagógico, humillar a la ciudadanía y enseñarle quién manda en este país? Si no fuera porque en este país ya tenemos un Presidente Eterno, un Milagro Transexenal para Traerle la Luz al Mundo, diríamos que sí: nuestro Geras tiene madera presidencial. Es un digno ejemplar de la 4T.