El lunes pasado, frente a las oficinas de la Secretaria de Seguridad Ciudadana de la Ciudad de México, un grupo de mujeres se vio obligado a protestar la repetida incompetencia de las autoridades. Días anteriores, dos menores de edad habían sido violadas por presuntos elementos de la policía local. Como revancha por la denuncia, la información personal de una de las menores de edad fue filtrada. Hasta ese momento, ninguna información sobre el caso había sido presentada por las autoridades responsables. De ahí que en las implacables redes sociales se extendiera el penoso, por acertado, hashtag #NoMeCuidanMeViolan.
Durante las protestas del lunes, alguna mano valiente y anónima decidió cubrir a Jesús Orta, Secretario de Seguridad Ciudadana, con una radiante lluvia de diamantina rosada. Los colores quedaron impregnados en su contrariado rostro, tan coloreado que seguramente desconcertó también a los achispados asesores de comunicación de Claudia Sheinbaum, jefa de Jesús Orta y Jefa de Gobierno de la Ciudad de México. Con una diligencia que poco ha caracterizado a las autoridades en su atención a la violencia contra las mujeres provocada por elementos policiales, Claudia Sheinbaum respondió apenas minutos después que no responderían ante las provocaciones de las mujeres. De acuerdo con su progresista entendimiento del mundo, la Jefa de Gobierno aseguró que la intención de las mujeres era que la policía respondiera con más violencia. Una provocación, nos dijo la autoridad.
Tal vez Claudia Sheinbaum y yo entendamos el español de forma muy distinta. Es una posibilidad. Puede ser también que el lenguaje de su grupo político se haya alejado tanto de la verdad que ahora sólo admitan las versiones del idioma donde cierto hombre en Palacio Nacional y ella, en el edificio próximo, tienen la razón. Es otra posibilidad. Lo cierto es que valdría la pena en lo que resta de esta columna tratar de convencer al lector de lo que imagino con la palabra provocación.
Una provocación hacia los ciudadanos es que, después de una denuncia sobre violación, las primeras expuestas fueran la víctima y su madre en lugar de los policías agresores.
También es una provocación que un delito cometido por la policía permanezca impune. Porque revela que las instituciones de seguridad están mejor diseñadas para cuidarse las espaldas que para cuidar a los ciudadanos.
Otra provocación son las ínfulas autoritarias que le hacen imaginar a Claudia Sheinbaum o a cualquier otra autoridad que tienen la prerrogativa de determinar si los medios de una protesta son legítimos o no.
Es una provocación contra las vidas de millones de capitalinos que el crimen y la violencia en la ciudad se expandan sin que Claudia Sheinbaum ni su administración hagan algo.
Si Claudia Sheinbaum quiere hablar de provocaciones, valdría la pena que empiece por mencionar algunas de las formas en las que todos los días su gobierno provoca el enojo, la impaciencia y la desesperanza de los millones de ciudadanos que vivimos en esta ciudad.
Tal vez así podamos llegar a un significado común de la palabra provocación.
Una provocación
•Especialista en comunicación pública.
Tw: @Torhton