El fin de semana comencé a ver la serie sobre el asesinato de Gianni Versace y me pareció de lo más intrigante e interesante.
Una noticia que viví cuando tenía 15 años, conocía la marca de ropa, el nombre de él y su hermana Donatella. Dado mi gusto por la fotografía, recortaba la publicidad de las marcas más importantes de moda, las veía una y otra vez imaginándome el cómo se habían tomado las fotos, cómo habían dirigido a los modelos y después de admirar la belleza masculina, los guardaba en un sobre amarillo.
Era adolescente, así que mi siguiente paso sería pegarlas en mi puerta y hacer que mi papá se enojara y me pidiera una y otra vez que las quitara.
Claro, esa es otra historia, porque lo que en realidad lo que les quería contar era sobre la escena de la serie, donde después de que el cuerpo de Versace yace en el suelo y su sangre se desparramara por los escalones, la gente se aglutina para ver el cadáver del diseñador.
Eso no ha cambiado con el tiempo, la gente sigue queriendo ver las escenas de crimen o de accidentes. El morbo no tiene caducidad y tampoco pasa de moda.
Entonces, en la escena de la serie, aparece un joven que de pronto sale corriendo y a la vuelta de la esquina, tiene su coche estacionado, el cual abre y toma una cámara Polaroid y regresa velozmente al lugar.
Los paramédicos están subiendo el cuerpo de Gianni a la camilla y él toma la foto. Siguiente instante, aparecen los medios de televisión y él grita “la única foto de Versace y la pone en venta en miles de dólares.
Y eso, en estos tiempos se ha convertido imposible, porque aunque los medios no lleguen a una escena aparatosa, los ciudadanos estamos allí y todos, con un celular en la mano.
▶ Hoy los paparazzis están en peligro de extinción, y su trabajo se pone en riesgo al igual que el de los fotoperiodistas, porque pelean de tú a tú con el ciudadano que está allí y que no necesita de un equipo profesional para hacer una foto o un clip de video.
Antes, quien trajera una cámara fotográfica en el bolsillo o en el auto, lo considerabas como prevenido o un amante de la fotografía, porque nadie lo hacía.
Por eso, me gustó tanto esa escena, porque aunque sea millennial, pude ser testigo de la transición de la fotografía.
Hoy tendrías que estar únicamente tú, y en un lugar en donde no hubiera cámaras de seguridad para lograr una exclusiva y poder venderla a algún medio de comunicación, de lo contrario, la imagen puede ser tomada de distintas partes.
Es chistoso, pero hoy los asaltos, atropellados, suicidios y asesinatos los vemos de varias cámaras con distintos ángulos y así todos nos creamos la imagen del qué, cómo, cuándo, dónde y quién lo hizo.
Ya no hay un testigo, hoy habemos muchísimos que difundimos lo que vemos a través de las redes sociales.
Por eso, insisto en que ver al chico seguro de si mismo ofreciendo su foto instantánea de su cámara Polaroid en miles de dólares a los medios, me pareció una realidad que ya no existe.
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