Pasi Sahlberg es conocido como el autor de libros y políticas fundamentales para entender el sobresaliente sistema educativo de Finlandia, considerado por numerosos expertos el mejor del planeta. Profesor invitado en Harvard, en todos sus libros, Sahlberg postula lo mismo: el éxito de un buen sistema educativo reside en la calidad de los maestros. Se pueden tener escuelas con infraestructura deficiente, presupuestos limitados, libros obsoletos, pero un maestro bien calificado hace la diferencia decisiva sobre la vida de sus alumnos.
Un profesor preparado, entusiasta, apasionado por la enseñanza, magnifica las posibilidades de desarrollo en la vida de sus educandos.
No nada más Sahlberg, toda la evidencia internacional apunta en esa dirección. Por eso, el sexenio pasado se buscó construir una reforma cuyo modelo de contratación, ascensos y permanencia de los maestros estuviera fundamentado en el mérito. El punto del hoy extinto servicio profesional docente era garantizar que quien estuviera el frente de un salón de clases tuviera los conocimientos y capacidad de enseñar a los niños bajo su responsabilidad. La prioridad eran los alumnos.
La reforma aprobada por la Cámara de Diputados y en comisiones por la Cámara de Senadores (falta la discusión hoy en el pleno del Senado) disuelve ese mecanismo y abre la puerta para la contratación de maestros sujeta a negociaciones, sin un procedimiento exclusivamente académico.
La tragedia es para las nuevas generaciones de mexicanos. Se demuestra que un grupo sindical movilizado puede extorsionar y negar el derecho a una educación de calidad. El interés superior de la infancia, garantizado por la constitución, se puso en tela de juicio. El interés superior, en este caso, consistió en quedar bien con un grupo político. Bajo una premisa absolutamente mentirosa, a saber, que supuestamente la reforma ponía en peligro las conquistas laborales de los maestros y los despedía, la CNTE difundió propaganda. La reforma no despedía maestros. Después de una evaluación, si reprobaban, obligaba al gobierno a pagarles capacitación. Si reprobaban una segunda ocasión, el gobierno seguía obligado a pagar capacitación.
Y si reprobaban una tercera vez, no se les despedía. Se les reubicaba en una posición administrativa. Dejaban de dar clases sí, pero conservaban su plaza con todos los derechos laborales acumulados, incluidos los años para jubilación. La reforma tenía consecuencias, pero no era punitiva.
Es cosa de subrayar el comportamiento legislativo de los diputados del PRI. Entre ellos, Enrique Ochoa, coautor y promotor de la reforma. Ochoa no solamente pasará a la historia como el peor presidente del PRI en la historia, sino como un personaje que vendió sus convicciones. Falta el Senado. Ojalá corrija hoy. No creo. Lo más seguro es que también se someta. La última legislatura del PRI, ésa en la que traicionó su propio legado en el gobierno. La legislatura de la ignominia.
•Internacionalista y analista político:
@avila_raudel