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Una revolución sin Tribuna Antiimperialista

Una revolución sin Tribuna Antiimperialista

Columnas jueves 23 de mayo de 2019 -

La política está hecha fundamentalmente de símbolos. Eso lo entendió Fidel Castro desde su juventud, mucho antes de hacerse con el poder en la Cuba de 1959.

De esa manera, constituyó toda una simbología política cuando en el año 2000 se erigió en tiempo récord la llamada Tribuna Antiimperialista, en el Malecón de La Habana, con jornadas de trabajo a marcha forzada de 24 horas sin parar; hoy también es todo un símbolo de los nuevos de la Revolución Cubana la decisión de sencillamente derruirla.

En el 2000 la política en la isla caribeña estaba encabezada por un aún poderoso Fidel Castro, que hizo ver la necesidad de un espacio para sus discursos grandilocuentes. Y qué podría resultar más simbólico que levantarlo justamente frente a lo que era en aquel momento la Oficina de Intereses de Estados Unidos (formalmente embajada en tiempos de Barack Obama).

Se mataron varios pájaros con el mismo tiro. Se complació una solicitud pública de Fidel, y se hizo en la mitad del tiempo previsto; éste pasó a tener una suerte de juguete nuevo desde el cual denunciar al Imperialismo yanqui, y de paso la Tribuna Antiimperialista se convirtió en un mecanismo de censura.

La construcción terminó ocultando una pantalla electrónica en la cual el gobierno de Estados Unidos proporcionaba información independiente a los transeúntes del emblemático malecón habanero.

Ya el hombre del verbo encendido no está entre los
vivos. Los sucesores, ni Raúl Castro ni ahora Díaz-Canel, tienen el carisma y la habilidad verbal que caracterizaron al Castro ya fallecido.
Aquella tribuna devino en símbolo del ocaso de la
Revolución Cubana.

La decisión de derrumbarla no ha sido una sorpresa. Las reseñas periodísticas independientes desde la isla daban cuenta del deterioro de la instalación, de incluso los robos que hicieron diversos cubanos para llevarse materiales que luego usaron como techos o paredes improvisadas.

Como suele ser costumbre en las autocracias, nadie informa, no hay avisos públicos dando cuenta de las decisiones oficiales en casos de este tipo. Sencillamente se ejecutan las decisiones. Y la decisión en La Habana ha sido poner punto final a un símbolo de otro momento, y ello en sí encierra un enorme simbolismo.

Son otros tiempos en Cuba, que nadie lo dude.

Si se levanta un hotel o un edificio de oficinas para extranjeros, dos de las posibilidades que han estado sonando como opciones para este espacio, ubicado además muy estratégicamente, será también una manera de enviar una señal, de decir a través de los símbolos.

La Revolución no sólo se quedó sin Fidel, es decir se quedó sin líderes grandilocuentes, sino que también se queda ahora sin tribuna, ya que nadie del poder pasará a usarla. Pero que eso no llame a engaños, el poder de siempre, el castrismo, es el que decide una cosa u otra sin dar mayores explicaciones, tal como siempre lo ha hecho. El poder que domina a los cubanos no ha cambiado.

• Periodista e investigador de la Universidad Católica
Andrés Bello, en Caracas.@infocracia

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