Los periódicos Financial Times y The Guardian suelen estar en las antípodas ideológicas. Tienen por costumbre representar a la centroderecha y a la centroizquierda democráticos en el Reino Unido. En otras palabras, a los partidos conservador y laborista del espectro político británico. No obstante, en esta ocasión comparten un consenso fundamental de fuerte condena a la medida adoptada por el Primer Ministro Boris Johnson.
Johnson recurrió a la prórroga parlamentaria para suspender las sesiones del cuerpo legislativo británico, un
procedimiento convencional en esta temporada para que los partidos puedan celebrar su asamblea anual y definir su agenda con miras al siguiente período parlamentario.
No obstante, dicha interrupción del trabajo legislativo tiene lugar durante una, dos, o tres semanas como máximo.
Johnson pidió una prórroga de cinco semanas. ¿Para qué hizo esto? Él sabe que no goza del apoyo parlamentario a escala mayoritaria en ninguno de los partidos para proceder a un “No deal Brexit”, es decir, un Brexit abrupto y sin acuerdo con la Unión Europea. No obstante, el Brexit sin acuerdo, un absurdo y peligroso sinsentido, es una de las propuestas emblemáticas de Johnson desde que hizo campaña por la dirigencia del partido conservador.
Así que, con métodos de república bananera, Johnson
literalmente se brincó al parlamento para que no obstaculizara sus designios.
Si bien la prórroga es un procedimiento constitucional,
la forma en que Johnson la utilizó, establece un precedente negativo. Primero, buena parte del sentido de un sistema parlamentario reside en que no exista un poder ejecutivo unipersonal a la manera de los sistemas presidencialistas. Es decir, que un solo individuo no pueda tomar decisiones tan graves por sus pistolas. Se trata de que las políticas se determinen después de una deliberación racional, civilizada y retóricamente estimulante entre los representantes electos de la ciudadanía, es decir los parlamentarios.
Segundo, porque históricamente cuando un primer ministro no tiene apoyo de la ciudadanía, convoca una elección para llevar su programa ante los electores y garantizarse una mayoría legislativa de respaldo. Como es patente, nada de esto ocurrió. Johnson simplemente le pidió a la reina que quitara el estorbo del Parlamento para hacer lo que él quiere.
Es un asunto inaudito, pues Johnson despojó temporalmente a los parlamentarios de la oportunidad de
llamar a un voto de censura para objetar su política de Brexit sin acuerdo. La fecha crítica del Brexit se avecina.
El parlamento británico, admirado y respetado de manera
unánime, envidiado por muchos países, funciona (¿funcionaba?) porque descansa sobre la honorabilidad y el respeto a las reglas de juego entre sus integrantes. Ya se sabía que Johnson era un bribón, pero no había noticia de su conducta despótica. El Financial Times lo calificó en su
editorial institucional de vandalismo constitucional. Mala época para las democracias, sean consolidadas o nuevas.
•Internacionalista y analista político:
@avila_raudel