Para Albert Camus no hay tema más relevante que el suicidio, ya que entraña a la libertad misma.
Armando Vega Gil, el bajista de Botellita de Jerez, se quitó la vida. Lo anunció horas antes en su cuenta de Twitter. Lo habían acusado de abusar de una niña de 13 años.
La denuncia, anónima, lo destruyó y pensó que no existía posibilidad de defensa ante los señalamientos en el #MeTooMusicosMexicanos (que se dio de baja de la red). Vega Gil en todo momento se dijo inocente.
“No tengo manera de abogar por mí, cualquier cosa que diga será usada en mi contra.” Tomó la determinación más rotunda para ser escuchado y para abrir la discusión a sus argumentos y reclamos. La aduana que cruzó tiene la fuerza de una ofrenda y merece atención y, sobre todo, reflexión.
En su texto de despedida no descalifica sobre los motivos que pueden existir para denunciar y sobre todo en un ambiente donde impera el machismo, pero pone el acento en la imposibilidad de ejercer una defensa.
Es más, deja muy claro que no quiere responsabilizar a nadie de su muerte, acaso porque sabe que sería igual de injusto y es inútil en el ambiente, muchas veces irracional, que puede privar en las redes. En efecto, en la turbiedad de las acusaciones, el riesgo mayor es para los inocentes y para las víctimas.
Hay que tener enorme cuidado con los señalamientos públicos, ya que la honra de las personas es un bien delicado y que se pueden cometer injusticias irreparables. Hay que ponerse en los zapatos del otro, como dicta la ética.
Desde hace unas semanas inició en México toda una oleada de denuncias sobre maltratos contra mujeres en distintas actividades y en particular las que tienen exposición pública.
Hay que celebrar que se alce la voz contra el abuso, pero no podemos entrar en una cacería de brujas, porque esto dañaría la finalidad misma del #MeToo.
Una de las garantías más importantes ante cualquier acusación es la de conocer a quien la hace, para estar en posibilidad de rebatir y de controvertir. Todos somos inocentes hasta que se comprueba lo contrario.
El anonimato se entiende en situaciones donde se pone en riesgo la seguridad e inclusive la vida misma, pero incluso en esos casos, tarde o temprano, si lo que se busca es justicia, hay que dar la cara y presentar las pruebas.
Vega Gil tenía fama de buena persona y comprometido con causas múltiples. Una tristeza lo que ocurrió y ojalá sea un llamado de atención para procesar y definir cómo es que queremos que sean las cosas. La vida no mejora si la descomponemos.
•Twitter: @jandradej