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Villoro, el Tamayo y la dramaturgia experimental

Villoro, el Tamayo y la dramaturgia experimental

Columnas viernes 26 de julio de 2019 -

Dirigida entre obras de arte, tiempo después de que el museo diera su cierre oficial, me aventuré al Tamayo para “La Guerra Fría”; reciente producción del escritor Juan Villoro, con la instalación del artista plástico Abraham Cruz Villegas como escenografía.

Invadida por la curiosidad de apreciar a un Villoro en teatro, atravesé la Ciudad aquel viernes por la tarde para no perderme lo que prometía ser, una fusión artística de dramaturgia, arte y música en vivo.

Zapatos, ropa en el suelo, llantas, radios, botellas de cerveza, cajas y polvo, envolvían una atmósfera de desorden y ruido. Como música de fondo sonaba el disco Berlin, de Lou Reed, interpretado mediante la banda punk de “El Gato”, apodo que se le da al protagonista, quien a todo pulmón resuena en el eco del museo.

La historia, es de una relación en decadencia, de conversaciones tóxicas disfrazadas de amor y un entorno en ruinas; una actriz que vive en el pasado y un músico rockero que quiere tocar, pero entre las drogas, los excesos, las peleas y los gritos, pierde su visión.

Hostilidad y una especie de proyector que muestra un close-up de los gestos de los artistas, muestra un escenario visualmente cargado y pesado de digerir. Por su parte, la utilería está todo el tiempo a la mano de los actores y es como si pudieras ver tras bambalinas.

No es una obra que cuida los detalles, o que procura que el espectador aprecie lo que le quieres mostrar. Aquíse muestra todo, los elementos de producción, la banda, el proyector, los instrumentos, los recuerdos y las constantes confrontaciones…

La pareja, interpretada por Mariana Gajá y Mauricio Isaac, aunque muestra el deterioro en una relación, se visualiza neutra en cuanto a reacciones e intensiones, lo que hace que la obra, al alcanzar toda la intensidad posible, resulte un poco plana, hasta que entra la voz de Jacobo Liberman.

En entrevista para Gatopardo, el escritor mencionó: “Muchas veces el amor depende de eso. No de encontrar un paraíso perfecto donde cantan los pajaritos (y que en el fondo no existe). Sino de salvarte de lo peor que le podías hacer al otro, o de lo peor que el otro te podía hacer. Evitar la aniquilación, evitar la destrucción es una forma de lealtad y de supervivencia”.

“La Guerra fría” transcurre entre 1982 y 1984, en los tiempos del Muro y es una comparación entre la separación emocional y real que se vive en el Berlín Occidental.

La obra es una visión experimental, con una inspiradora intensión, que de cierta forma, cumple lo que promete, sin embargo; considero que aún quedan muchas vertientes en teatro para trabajar, experimentar y seguir construyendo.

Mientras tanto, el Tamayo apostará por SÉANCE, una obra de teatro inmersivo, en total obscuridad, con sonido tridimensional y privación sensorial. Al parecer es una nueva experiencia en México, siniestra y escalofriante…

¡Ya les contaré qué tal!

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/CR

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