La violencia doméstica en México es devastadora. Si observamos las estadísticas de la situación que se vive en las relaciones de pareja (incluso dentro del noviazgo), nos encontramos con un continuo incremento de agresiones que se manifiestan de forma psicológica, económica, física y sexual, pasando de desvalorización de opiniones, chantaje, celos, golpes, violaciones, hasta llegar al homicidio.
De acuerdo con el Inegi, 19.1 millones de mujeres (43.9 por ciento de las mujeres mayores de 15 años) han enfrentado violencia por parte de su pareja y el 64 por ciento de estos casos se trata de ataques severos; es decir, que generan daños físicos.
En México, el 59 por ciento de las mujeres víctimas de violencia han enfrentado varias agresiones durante alguna relación, particularmente violencia física y sexual. Y si a ello sumamos la presencia de menores de edad en el hogar, la baja credibilidad de sociedad y autoridades, así como la estigmatización de las víctimas; pareciese que hoy es cada vez más difícil romper con el círculo de violencia en el que se encuentran las mujeres.
A pesar de que actualmente existen mecanismos de ayuda para mujeres que viven en situaciones de violencia, aún hay un alto índice de falta de denuncias, ya sea por miedo a las consecuencias, ignorancia, vergüenza, revictimización y culpabilización de la víctima; lo que nos lleva a estimar que la violencia doméstica real en México podría duplicar las cifras oficiales.
Si bien esta situación no es exclusiva de México, pues es una realidad que aqueja a muchas mujeres en el mundo en sus ámbitos personal, familiar, profesional y sobre todo en la salud; lo cierto es que hoy más que nunca es necesario combatir la violencia doméstica, tanto como la corrupción misma, de lo contrario, las estadísticas se acentuarán impunemente durante la 4T.
Este problema tan arraigado en la sociedad, de tintes misóginos, se debe a la normalización de la violencia de género, pero, ¿cuál puede ser la solución a dicha problemática? Instituciones como el Inmujeres, la Secretaría de las Mujeres de la Ciudad de México, asociaciones civiles, albergues, refugios y otras organizaciones ofrecen apoyo psicológico, médico y de otros tipos a mujeres que lo necesitan.
Sin embargo, es momento de fijar una agenda nacional como un eje transversal que privilegie programas de educación social más ambiciosos, tanto para adultos como para niños y niñas. Una agenda que eduque dinámicamente a las personas bajo un paradigma de inclusión social con perspectiva de género.
Colaboradora de Integridad Ciudadana A.C.
Licenciada en Derecho por la UNAM.
@EstherAlbarran3 @integridad_AC