Ahora que se acerca septiembre, alego que la Independencia de México empezó en 1808 en la capital del Virreynato y que el principal movimiento precursor fue el originado y conducido en ese año por los criollos ilustrados, integrantes del Ayuntamiento de la Ciudad de México. En efecto, los abogados Juan Francisco Azcárate y Francisco Primo de Verdad y el clérigo peruano Melchor de Talamantes, ante la coyuntura del trono vacante en España, se tomaron de la más altas ciencias política y jurídica del momento para proponer mecanismos institucionales de reversión de la soberanía en beneficio de la América mexicana, con la idea de sacudirse de una dominación atroz que ya cumplía casi 300 años.
Ante la crisis, el Virrey José de Iturrigaray jugó un
papel político fundamental que obligaría a reclasificar al personaje, de realista consumado a insurgente circunstancial, pero insurgente al fin, pues sin mayor dilación tomó el bando de los criollos del Ayuntamiento y su apertura intelectual y operación política permitieron la presentación en público de ideas revolucionarias que pavimentaron la argumentación primigenia de la lucha por la Independencia.
No obstante la inmediatez de su visión, su afán de
lograr su sobrevivencia política y quizá hasta convertirse en soberano de la emergente nación mexicana independiente que vio venir, la intervención de Iturrigaray resultó de dimensión superlativa para encender la incandescencia libertaria.
Reconocer el papel que este Virrey jugó en los
prolegómenos de la Independencia me parece de elemental justicia política y de gran valor histórico, pues puede contribuir a ampliar y al mismo tiempo precisar el conocimiento sobre la importancia del chispazo de 1808, en el que los criollos ilustrados se beneficiaron del impulso, a veces pactado, a veces implícito, de un representante de la Corona que los debería combatir.
Lo que hay que saber de Iturrigaray se centra en
los acontecimientos vistos entre el 8 de junio de 1808, cuando la Nueva España se entera de las abdicaciones de Bayona en favor Bonaparte, hasta el golpe de estado (primero en la historia de México) contra el propio Virrey, el 15 de septiembre del mismo año. En ese lapso se pueden apreciar con toda claridad la movilidad de Iturrigaray, su conducta y planeación estratégicas, su simpatía por el proyecto criollo y su acercamiento a las posturas ideológicas que pugnaban por la reversión de la soberanía española hacia la nación o el pueblo de la Nueva España.
Todo lo que sucedió en esos meses hubiera sido
impensable sin el impulso, la apertura y la astucia del Virrey Insurgente Iturrigaray, que al prohijar el proyecto criollo en el momento de la vacatio legis, se convirtió quizá sin planearlo, seguramente sin saberlo, en precursor intelectual y político de la Independencia de México. Démosle su crédito, hagámosle justicia.
•gsergioj@gmail.com
@ElConsultor2