Desde siempre México ha sido un país solidario y receptivo con quienes en su momento fueron considerados perseguidos políticos, abrió las puertas y lograron salvar su vida y la de sus familias. Hoy, sin embargo, el asilo que le brindan a Evo Morales es distinto, porque sobre él pesa un delito que no podemos soslayar: fraude electoral.
Recibirlo como si fuera una víctima del pueblo boliviano es un error garrafal, dado que tuvo la oportunidad de corregir su decisión de imponerse nuevamente como presidente; su ambición y las mieles que brinda el poder enloquecen al más cuerdo y ahí están las consecuencias: Morales huyendo de su patria y el pueblo festejando.
Independientemente de los sentimientos que la dimisión de Morales provoque en los bolivianos, es tarea preocupante para los mexicanos reflexionar sobre la decisión del gobierno del presidente López Obrador de asilarlo cuando un porcentaje muy alto de ciudadanos rechaza la presencia del “dictador” en nuestro país.
Resulta por demás incongruente que el canciller Marcelo Ebrard salga a decir que por “humanidad” se le recibe a Morales cuando durante más de una década el jefe del Ejecutivo federal fustigó y condenó lo que para él fue el fraude electoral que llevó a Felipe Calderón a la presidencia.
López Obrador durante todos estos años en los que recorrió tres veces la República reiteró que ningún océano por más grande que fuera limpiaría la deshonra de un fraude electoral, entonces la pregunta es: ¿sólo en México aplica esa condena? El pueblo boliviano está lastimado, enojado, humillado, cansado de ver y aceptar que el dimitido Morales hiciera trampa para reelegirse por cuarta vez.
Desde mi humilde punto de vista un golpe de Estado perpetrado por la milicia es condenable, no así la rebelión que originó Morales en la elección pasada donde descaradamente, como sucedió en México con Carlos Salinas, se cayera el sistema exactamente cuando vio que los números no le favorecían. Eso, aquí y en cualquier país, se llama fraude electoral.
Por si aun no quedaran convencidos del delito que hizo Evo Morales fue la propia OEA la que investigó y ratificó el fraude electoral de Evo Morales, llamándole a convocar a nuevas elecciones.
Qué nos explique el secretario de Relaciones Exteriores de México, Marcelo Ebrard, porque viola tan flagrantemente la doctrina Estrada de no intervención en otros países, ¿por qué si se meten en salvar a un defraudador electoral y evitan a toda costa apoyar al pueblo de Venezuela que sufre de la tiranía de Nicolás Maduro?
¿Qué tanto nos costará a los mexicanos en confianza de inversionistas tener a Evo Morales en México con todo y su antecedente de que si está fuera de Bolivia no es por buen presidente, sino por su ambición de perpetuarse en el poder?