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Ya los chupó el diablo

Ya los chupó el diablo

Columnas martes 23 de abril de 2019 -

El dichoso memorándum de nuestro amado líder con el cual quería derogar la Reforma Educativa del mal, me llevó a pensar una vez más en la teoría que sostengo desde hace tiempo: lo único que diferencia al gobierno de la 4T de los gobiernos anteriores es su narrativa contra la corrupción, la idea de la austeridad republicana y el famoso “por el bien de todos primero los pobres”, que desde luego no es poca cosa. Y hay que reconocer que esa narrativa la han transformado en acciones de gobierno aunque muy a la mexicana: al chilazo, como ocurrencias o improvisando más que como un proyecto de gobierno claro y definido, pero ahí van.

Sin embargo, una narrativa no hace verano y es insuficiente para transformar el país.

Y la forma de gobernar de la 4T con todo y su contenido social no difiere de otras administraciones en la manera de ejercer el poder.

¿Por qué tendría que ser diferente si todo el grupo que llegó al poder a través de Morena y partidos que lo acompañan, desde nuestro amado líder hasta el diputado local o el presidente municipal que ganaron el 1 de julio de 2018, todo ese grupo aprendió a hacer política bajo las reglas del viejo sistema político?, eso sin considerar que la mayoría hizo carrera previa o en el PRD, o en el PRI, o en el PV o incluso hasta en el PAN, por mencionar algunos. Ni hablar, ya los chupó el diablo.

Que yo sepa los dirigentes, los cuadros, las bases de Morena y amigos, nunca viajaron a Inglaterra, Francia, Noruega, Suiza, España o tomaron maestrías y doctorados para a empaparse de una nueva forma de hacer política o a reflexionar sobre el liberalismo político o a desarrollar teorías sobre el Estado de derecho, o el respeto a la ley o a aprender sobre el valor de la justicia o a estudiar los recovecos de las democracias representativas o la democracia o el respeto a la división de poderes. No, todos aprendieron a hacer política a la mexicana: en los congresos locales, en los ayuntamientos, en el Congreso de la Unión, en las gubernaturas, en la lucha por las dirigencias partidistas, entre la simulación, la opacidad, la impunidad, la corrupción y la grilla.

Y esto quedó demostrado en el momento en que la 4T llegó al poder; su gente ha hecho lo mismo que solían criticar: madruguetes, albazos, mayoriteos y negociaciones en lo oscurito dentro del Congreso gracias a su aplastante mayoría; programas clientelares disfrazados de “programas sociales” al más puro estilo priista; resurrección de líderes sindicales y políticos de cuestionable honorabilidad, revanchismo en las oficinas de Gobierno con el relevo de funcionarios, la construcción de una prensa que nadie conocía y que es felicitada en las mañaneras por el propio presidente; cifras a modo y la construcción paulatina de una realidad paralela en la que se encuentra el presidente,
como ocurrió con Peña Nieto, Calderón y Fox.

El dichoso memorándum contra la abominable Reforma Educativa —que digan lo que digan, sí pretende violar la Constitución—, mostró que nuestro amado líder cuando menos está infectado de uno de los virus que tenían los anteriores presidentes, el del autoritarismo. “Lo hago porque puedo”, “porque soy el presidente”, “porque sé lo que le conviene al país”.

Ya hace algunos días mencionaba el caso de Benito Juárez —personaje insignia de la 4T— que en 1867 intentó reformar la Constitución de 1857 a través de un plebiscito que no estaba contemplado en la Constitución —o sea, por sus pistolas y real gana—, y sin embargo, la clase política de entonces le echó para atrás su arrebato.

Pero qué tal ese otro arrebato que pinta de cuerpo entero el autoritarismo presidencial de finales de los setenta —como el de nuestro amado líder ahora—. En 1978, López Portillo invitó al papa Juan Pablo II a que visitara México. El secretario de Gobernación, Jesús Reyes Heroles le dijo que la visita era una violación a la ley porque no había relaciones diplomáticas con el Vaticano. La respuesta del presidente fue contundente: “yo pago la multa” y el papa visitó México en enero de 1979.

Es un hecho, con su memorándum el presidente demostró que está más cerca del autoritarismo de Juárez y de Cárdenas y se va alejando de Madero el demócrata. Caray, ya lo chupó el diablo.


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/CR

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