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ROSA MARÍA CÁÑEZ
Con sólo diecinueve años, el joven Francisco Ignacio Madero tuvo su primer contacto con el espiritismo; en la biblioteca de su padre encontró la revista Espírita que contaba con una colección de textos del padre del espiritismo moderno, Allan Kardek, ese encuentro fortuito definió la vida de quien más tarde se convertiría en iniciador de la Revolución mexicana y el Presidente del país.
Así lo revela una investigación de doce años que el historiador Alejandro Rosas plasmó en La revolución de los espíritus. Francisco Ignacio Madero, un libro que fue presentado ayer en el Centro Cultural Bella Época, en el marco del 108 aniversario del inicio de la Revolución.
Acompañado de la lingüista, Laura García y el director de Radio UNAM, Benito Taibo, el autor develó una de las facetas menos conocidas y más místicas del político.
El autor refirió que Madero, adepto al espiritismo, escribía por "don y mandato divino" para contactar a seres sobrenaturales, los "invisibles", como él les llamaba, le aconjesejaban en situaciones cruciales, sugerencias que posteriormente anotaba en una libreta foliada.
Ir o no a un burdel, hacer caridad, casarse o cómo conducir su vida política era decisiones que consultaba con ellos.
Al respecto, el autor mencióno que aunque no cree en el espiritismo, está convencido de que a Madero lo movió una "gran fe" que proyectó en su civismo y su manera de conducir políticamente al país.
Sobre el libro, Taibo y García destacaron la calidad narrativa y la calidad investigativa del mismo.