Columnas
Hace algunas semanas tuve la oportunidad de compartir una comida con el arquitecto Mario Viornery Mendoza. Viornery es uno de esos políticos de antes, que hoy se echan de menos. Entregado al servicio público, absolutamente dominado por la vocación política y la pasión de ocuparse de los problemas con la población de su municipio natal.
El arquitecto, descendiente de migrantes como tantas familias en Pachuca, fue el primer candidato del PRI a la presidencia municipal surgido por consulta a la militancia. Fue Presidente Municipal de La bella airosa entre 1991 y 1992. Adicionalmente prestó servicio como diputado federal en la LVI Legislatura entre 1994 y 1997.
Me habló de su origen y la escalera de movilidad social que suponía la educación pública. Su paso por la Facultad de Arquitectura de la UNAM en la década de 1960, el compromiso por servir a su comunidad con lo aprendido en la universidad.
Viornery entendía la política no como corporativismo ni como mecanismo de negocios y enriquecimiento, sino como una oportunidad de construcción de acuerdos con los dirigentes seccionales del PRI en los municipios de Hidalgo. En suma, una posibilidad de acercamiento con sus vecinos mediante ejercicios de convivencia comunitaria cotidiana.
Una de las cosas que más lo enorgullecen es la organización del primer acto de la campaña presidencial de Luis Donaldo Colosio.
En aquel evento, el arquitecto logró la participación de varios oradores indígenas y una concentración de miles de personas en el campo hidalguense para recibir al candidato presidencial priista.
Viornery también fue presidente del Comité Directivo estatal del PRI en Hidalgo entre 1992 y 1994, así que lo interrogué sobre la situación actual del partido. Sus palabras se fueron desgranando con sencillez pero contundencia en forma de nuevas preguntas: “¿Para qué quieren al PRI? ¿Cuál es el propósito de quienes aspiran a dirigirlo? ¿Dónde está el liderazgo real?”.
Me platicó cómo organizaba reuniones de trabajo con sus dirigentes seccionales en Pachuca y municipios aledaños. “Aquí tenemos un partido de ganadores. Nadie quiere perder su sección ni su distrito. Son ustedes responsables principales de la victoria del partido y a ustedes les vamos a pedir cuentas”. La gente hablaba de chismes y pleitos internos, pero el arquitecto lograba persuadirlos de poner por encima de eso la aspiración común de ganar.
Fino en sus maneras, pulcro en el vestir, elegante al hablar, el arquitecto Viornery despertó mi nostalgia de una política consagrada al servicio de la propia localidad. Me obsequió tres libros de su autoría sobre su queridísima Pachuca que conservaré afectuosamente. Lamenté mucho que el PRI ya no produzca ese tipo de políticos cultos, cercanos a la base.
Empiezo a dudar de la capacidad de sobrevivencia del partido más allá de su condición satelital actual.