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Con olor a muerte

Con olor a muerte

Columnas lunes 21 de enero de 2019 -

La muerte ha de tener alma. Ha de ser una transformación de color a oscuridad, de respiros a la ausencia de aire.

Ha de tocar el cuerpo y seguro ha de permanecer sobre él por un tiempo, como un vigilante a su presa o como el que protege para después guiarlo a un nuevo destino.

▶ Como en la imagen que hoy observamos en este espacio, un instante sombrío, lúgubre donde yace los cuerpos de dos de los cientos de huachicoleros que no tuvieron suerte de salir con vida de la explosión en la toma clandestina donde se encontraban, en el municipio de Tlahuelilpan, Hidalgo.

Hasta el día de ayer eran alrededor de 85 personas muertas, una tragedia que marca un nuevo sexenio, y sobre todo que a México le deja una cicatriz enorme.

La escena a plena luz del día, la vimos todos. Cientos de personas con cubetas corriendo sobre el ducto como si fuera una tarde de verano con temperaturas altas y todos recolectando agua. Pero no, lamentablemente, no era así. Era un escenario de personas que con sus cubetas y tambos de plástico aprovechaban el chorro de más de seis metros de gasolina que salía de la tierra.

Una tragedia que nunca había pasado. El robo de combustible llevó a estos hombres, mujeres y algunos niños a perder la vida.

Valente Rosas, es fotógrafo de nota roja del diario El Universal desde hace más de 14 años. Su pasión es capturar las escenas más crudas que conllevan a la muerte en sus distintas formas, así como el dolor y la tristeza.

Llegó a San Primitivo el viernes por la noche, logró burlar el cerco que mantenía el Ejército, la Policía Estatal y Federal. Se escabulleron entre coches y milpas para llegar lo más cerca al donde pasó todo.

Él siempre ha sido arriesgado, atrabancado y siempre comprometido por informar a través de la imagen.

A través de su lente ha captado cientos de escenas. No recuerda bien su primera orden de manera profesional, pero sí la foto publicada en El Gráfico de un policía judicial del Distrito Federal baleado en la colonia Doctores.

Es un fotoperiodista que siente emoción y adrenalina al estar tan cerca de la muerte. Sabe bien que algunas escenas te lleva a sentir distintas emociones, unos mucha tristeza, dolor y otros un tanto de inseguridad porque no siempre se llega al lugar y se fotografía lo que pasó.

Valente sabe explorar visualmente sus escenas y uno de los mayores retos como fotógrafo de nota roja, es aprender a disfrazar escenas tan crudas como la que vemos hoy en Hidalgo, con algún elemento que esté en el entorno. Por ejemplo un perito, algún número con los que marcan la escena, un cono, una arma.

Y de las complicaciones como la luz, es la distancia, en la mayoría de las escenas no puedes estar tan cerca de los cuerpos, a veces hay que guardar distancia por la presencia de autoridades, de las bandas o de la propia familia.

Él lo llama “suavizar” la foto con alguna luz ambiente o el tipo de encuadre que elijas, y bien me lo dice “es que necesitas estar en el lugar para que todo se conjugue”.

A lo que tiene toda la razón. Valente estuvo ante los cadáveres quemados y calcinados en el campo, aspirando el humo revuelto de la explosión de un ducto, de gasolina y de piel humana.

Vi su selección del material que obtuvo esa noche, todas las imágenes eran crudas, duras y escalofriantes, pero esta foto rompe con la fotografía que muestra la escena de cuerpos quemados en el suelo, y que muchos la buscan con sentido de saciar su morbo.

Esta imagen tiene todo el ojo periodístico. Tenemos los elementos indispensables para contextualizar la imagen y lo que pasó.

Las luces de casas, de un lugar que no era lejano o aislado. Una toma clandestina cercana a una comunidad que pudo haber desaparecido si la tragedia hubiera sido mayor. Los peritos y autoridades uniformados con los trajes debidos para realizar su trabajo, pero diluidos entre el humo. La imagen tiene dos cuerpos quemados, uno quizá ya calcinado y el otro aún con piel en sus huesos y por último y en primer plano, dos tambos que resultaron ilesos, dos pedazos de plástico que corrieron la suerte de la manera más irracional, de no derretirse.

La imagen lo dice todo, la escena ejemplifica la tragedia.

A dos días después, Valente aún tiene el olor a muerto en su nariz, en su memoria. Una fetidez que conoce bien, que lo apasiona, porque así es, se compromete con lo que hace y lo hace bien.

Y como dicen: “Haiga sido, como haiga sido” que descansen en paz las 85 personas fallecidas en Tlahuelilpan, Hidalgo.


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/CR

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