Columnas
La historia del folclore político mexicano es muy rica. La calidad de los gobernadores en los últimos años, salvo muy honrosas excepciones, no ha sido particularmente elevada. Abundan entre nosotros las anécdotas de gobernadores atrabiliarios, frívolos, ignorantes, corruptos, represores, violentos, coludidos con el narcotráfico y otras lindezas. Es un problema transversal que cruza todos los partidos políticos y regiones de México. Por eso resulta notable que todavía existan personajes con capacidad para sorprendernos. Es el caso del gobernador de Morelos, Cuauhtémoc Blanco.
No comparto las críticas por su origen futbolístico, pues las encuentro clasistas y no me parecen pertinentes en una democracia. Me escandalizo sí, con sus actitudes, declaraciones y actos de gobierno. Un editorial de Eduardo Guerrero informa que el gobernador Blanco contrató personal de Arturo Bermúdez, exsecretario de Seguridad del mismísimo Javier Duarte, para responsabilizarlo de las tareas policíacas en su estado. No solamente es extraño por el desprestigio de todo lo asociado con Javidú, sino por los pésimos resultados de Bermúdez y su equipo en la seguridad de Veracruz.
Hay más. Una nota de Proceso detalla que Cuauhtémoc Blanco celebró una misa en homenaje a la virgen de Guadalupe en el interior del Palacio del Gobierno del Estado. El carácter laico de la Cuarta Transformación le pasó de noche a este gobernador postulado por el PES y Morena. No se tenía noticia de un incidente semejante ni en los estados gobernados por panistas procedentes del Yunque. República Laica, entre otras organizaciones, denunció ante Segob al gobernador de Morelos. Habrá que ver si la Secretaría de Gobernación cumple con el espíritu juarista del nuevo gobierno y sanciona al mandatario por brincarse varios artículos constitucionales, así como la Ley de Asociaciones Religiosas.
Un amigo me recordaba recientemente que en su toma de protesta como presidente municipal de Cuernavaca, Blanco, en lugar de pronunciar un discurso, empezó sonriendo y declaró: “Me los chingué.” Una filosofía de gobierno profunda, pero insuficiente. Me explican algunos especialistas que sus resultados administrativos como alcalde tampoco arrojan números para presumir. No obstante, su popularidad se mantiene alta, al grado de que no es posible descartarlo como candidato presidencial en 2024.
Algo realmente negativo tiene que estar ocurriendo en la política contemporánea para que personajes como Blanco cultiven mayores simpatías populares que los servidores públicos profesionales. El desencanto y la decepción total propiciada por las élites tradicionales han permitido el encumbramiento de Cuauhtémoc Blanco. La población de Morelos lo mira con esperanza. “Cuando los hombres siguen voluntariamente a un caudillo… sienten que los triunfos del caudillo son suyos”, escribió Bertrand Russell en su libro clásico El poder: Un nuevo análisis social. La verdadera transformación de México se producirá cuando la ciudadanía sienta suyas las instituciones y no a los hombres electos para conducirlas.