Es casi indescriptible la emoción que sienten los militantes y simpatizantes de izquierda; ansiosos porque llegue finalmente el sábado 1 de diciembre y vean a uno de los suyos recibir la banda presidencial. Para muchos significa la culminación de una lucha de décadas, que iniciaron en los lejanos años sesenta.
A partir de la represión estudiantil del 68, sur- gieron cualquier cantidad de movimientos de iz- quierda; desde la Liga 23 de septiembre y el PRD; hasta el EZLN y finalmente Morena. Una cultura completa acompañó siempre a su causa; sopor- tada por periodistas, cineastas, artistas plásticos, académicos y demás románticos que vivían cómo- damente en México, pero que no obstante ideali- zaban (o idealizan) la vida en la Cuba de Castro.
Resentimientos,complejos,fanatismosydemás sentimientos que alimentaron por décadas en sus almas y familias, les han convertido en militantes cuasi sectarios, que ven en el futuro presidente a un semi Dios, a un Papa o algo así. Nada que ver con el simpatizante del PRI o del PAN, que se limita a exigir un buen gobierno; porque para la izquierda mexicana, es el triunfo de su anhelada revolución.
Para ellos, la caída del muro de Berlín, el fracaso de la Unión Soviética o las atrocidades del régimen castrista, les da los mismo. Nacieron y crecieron con un odio casi enfermizo hacia el PRI; y con un rechazo innato al PAN. Eso, además de un adoctri- namiento desde la infancia en contra de la empresa privada. Eso sí, el amor al dinero y al poder lo han tenido siempre bien arraigado (padecen de con- tradicciones similares a esos curas que sermonean sobre moral pero que andan violando niños).
Y ahora que ya serán gobierno y que tanto se quejaron sobre nuestra imperfecta democracia, es casi seguro que echarán mano de todo el manual de trampas electorales para aferrarse al poder. Y de igual forma, les dará exactamente lo mismo si se rodean de personajes de dudosa honorabilidad o si la pobreza y la deficiente educación de los mexicanos no son superadas.
Dentro de pronto, sino es que ya lo hicieron, ha- brán mutado. La izquierda mexicana es ahora lo más parecido a la derecha de Trump. Son populis- tas, sectarios, corruptos, intransigentes, ineficientes, embusteros, autoritarios, acomplejados, soberbios y siempre dispuestos a dividir a la nación.
Nada de idealismos ni romanticismos; prag- matismo puro para dar rienda suelta a todos sus traumas, ambiciones y resentimientos. Ahí tienen a Paco Ignacio Taibo, ese privilegiado al que ha- rán director del FCE, diciendo públicamente: “sea como sea, se las metimos doblada”. ¿Se imaginan que un priista se hubiera expresado así en 2012? Esta izquierda es una vergüenza