Columnas
Una de las grandes promesas de campaña de Donald Trump es la construcción de un muro en la frontera con México. El mandatario quiere erigir 500 kilómetros de muro nuevo y reforzar otros 650 kilómetros, prácticamente la mitad de los tres mil 180 kilómetros de frontera.
En su imaginario xenófobo, el origen de muchos de los males que hostigan a Estados Unidos provienen de nuestro país, en consecuencia la solución es evidente: un muro. Esta propuesta se ha convertido en la gran obsesión de Trump y el símbolo de su mandato. Un aliciente electoral cuando afirma que México pagará su ofrenda.
La idea de construir un muro, esto es, barreras a la movilidad humana en las fronteras nacionales es un fenómeno global. En la actualidad, en el mundo existen 70 muros fronterizos. La inseguridad percibida, causada por la inmigración, el contrabando o el terrorismo; es propicia para la construcción de vallas y cercas que impiden la libertad de movimiento.
Un muro es la negación unilateral a un problema insólito, y con ello, la negación a una solución conjunta. Producto de una relación asimétrica, la mayoría están presentes entre países que tienen discrepancias económicas, sería excepcional tener barreras entre Estados que son equivalentes económicamente.
En los últimos cinco años, se han levantado 25 nuevos muros y vallas entre naciones. En 2015, cuando la crisis migratoria estaba en su apogeo, Hungría erigió una cerca en su frontera con Serbia, después con Croacia y, en previsión, con Rumanía.
Ese año, Bulgaria también levantó una valla en su frontera con Turquía. Temiendo el posible movimiento de Moscú hacia el expansionismo, Lituania y Estonia aprobaron la construcción de una cerca en su respectiva frontera.
Noruega hizo lo miso en su frontera ártica con Rusia. Varios países europeos hicieron lo propio en sus fronteras: Macedonia con Grecia, Eslovenia con Croacia, Austria con Eslovenia y Grecia con Turquía.
Arabia Saudí ha construido barreras en Yemen y, ante la amenaza del ISIS, completaron una barda de protección en el desierto frontera con Irak. Israel se ha cercado de Cisjordania y en sus fronteras con Líbano, Egipto, Jordania, Siria y la Franja de Gaza. India construyó una tapia a lo largo de sus fronteras con Bangladesh y Pakistán.
De todos estos muros, en ninguno encontramos verdadera evidencia de su utilidad. Solo retrasan soluciones efectivas a las situaciones que buscaban contener y crean nuevos problemas.
Los muros siempre tienen un componente ideológico, buscan enviar un mensaje, principalmente a una audiencia nacional. El discurso fronterizo de Trump solo busca justificar su esmero por hacer frente al problema para no perder apoyo electoral.
Con el vecino del norte, nosotros no deberíamos de estar indignados, ellos estarán avergonzados. En la historia de nuestra relación política, sin duda, la del muro es la más triste.