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El viaje de la literatura

El viaje de la literatura

Suplemento viernes 04 de enero de 2019 -

Poco antes de terminar, el 2018 se llevó a una de las figuras mayores de las letras contemporáneos: Amos Oz. Eterno candidato al Premio Nobel, galardón que merecía sobradamente, Oz fue no sólo un novelista que supo universalizar la experiencia israelí, sino también un aguerrido activista por la paz en Medio Oriente.

JOVANY HURTADO GARCÍA

No hay literatura mexicana, israelí, francesa, colombiana, inglesa. La tradición es amplia, por ello la clasificación no puede reducirse a una nacionalidad. Es más preciso referirnos a la literatura latinoamericana, asiática, europea. Pero aun así se cae en la imprecisión de querer reducir la imaginación a un término. Podemos hablar de la universalidad de la misma. Literatura Universal, no el apartado que vemos en las librerías y que no contempla ni a lo latinoamericano ni mexicano, como si no fueran universales. Es una clasificación errónea. La universalidad de las obras se alcanza por la capacidad utilizada del lenguaje; por la descripción de las sociedades de sus espacios y tiempos; y la capacidad de hacer real lo ficticio y ficticio lo real.

La literatura nos entrega otras culturas y en ese momento las hace nuestras. Dejan de ser desconocidas y aisladas y forman parte de nuestras realidades. Son nuestras porque son la tradición y la continuación de la misma. Tradición que con los tiempos y los descubrimientos es cada vez más compartida.

En una entrevista que dio para la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, Amos Oz mencionó: “Leer literatura es una forma de viajar”. Y eso es lo que él a través de su obra permitió. El reconocimiento de un conflicto político-religioso. Lo descubrió, lo presentó y lo entregó a una sociedad que no había acabado de entender que eran los judíos “errantes”. Cuáles eran los odios y las fobias que escalaban en forma de violencia fanática, no solo era el exterminio sino la brutalidad. En su novela Amor tardío (1970), Oz describe: “no hay desacuerdo de que, de generación en generación, el odio hacia los judíos ha sido utilizado como punto de apoyo por los tiranos, a los que el mismísimo diablo parece haber incitado a mover con un dedo la bola del mundo”. Es cierto que Oz no pretendió generar una literatura con sesgo político, pero comprendió el problema en el que él estaba. Logró entenderlo al no asumir una postura y aislarse del fanatismo. Él, mejor que ningún historiador, describió a su sociedad; como un pintor dibujó los pequeños detalles y los presentó.

No es desconocido que Amos Oz fue siempre candidato a recibir el Premio Nobel de Literatura, y junto con otros grandes escritores (Borges, Cortázar, Fuentes, Tolstói, Joyce, entre otros) no alcanzaron tal distinción pero su obra si logró la universalidad. Venció al tiempo y las fronteras. Hoy Oz ha hecho que su literatura sea “errante”. Que vaya de país en país. De Universidad en Universidad, siendo estudiada y debatida, ganando lectores y nuevas visiones. Cada lector reescribe lo que el autor lee, creando en su imaginación una realidad. Que ya le pertenece. Oz nos entregó algo que Occidente no quería mirar como suyo. Nos hizo copartícipes de ese territorio y esa historia, desafiando los cánones y las fronteras. Fue un avanzado de su literatura porque logró insertarla en la tradición.

Cuando un autor muere, su obra cobra mayor vitalidad. Rejuvenece todos los días. Nos cuestiona y nos pregunta. Y en esas interrogantes surge la necesidad de saber. Saber cómo lograba crear su narrativa; en el caso de Oz, lo fue en medio de una agenda trepidante en busca de la paz con el movimiento israelí Paz Ahora (Shalom Ajshav) y sus constantes artículos periodísticos. Y se puede empezar preguntando: ¿Cuál era su método de creación y de división del trabajo para lograr tener tan abundante obra? En sus palabras:

“La mañana la dedico a mi obra literaria, luego hago una siesta y por la tarde me toca batallar por la paz. Escribo a mano con lapiceros diferentes, una azul, otra negra, según sea una novela o un artículo contra el gobierno. Nunca las mezclo”.

Y es necesario precisar que a pesar de que su obra retoma la problemática, no son panfletos. Son grandes trazos de un artista sobre el conflicto. En esa tesitura su obra está a la altura de Guerra y paz, que describe la invasión napoleónica a Rusia y narra a la sociedad mediante un gran mosaico.

Otra de las preguntas que se hacen es: ¿qué libro es el idóneo para empezar? Y hay dos probables aproximaciones: la primera azarosa, tomar el que se encuentre y sumergirse en él; la segunda leer las recomendaciones que son más apegadas a los gustos literarios de quien recomienda. Entonces: ¿por dónde empezar la obra de Amos Oz? Hay un libro amplio. Que recorre al tiempo y las generaciones. Acompañado de la ruptura de las fronteras, ruptura que sólo se puede lograr con la imaginación. Una historia de amor y oscuridad (2002). En este libro Oz recurre a la ficción para novelar su autobiografía y nos presenta su infancia y adolescencia mezclada con dos líneas: por un lado la realidad sociopolítica e histórica; y por el otro la propia realidad de su estirpe. Sus novela es también un retrato de sus padres, en ello se inscribe dentro de los grandes textos que dan razón de la relación con los progenitores.

En su novela está presente su universo narrativo. No por ello es repetitiva. No lo es porque está la exploración más profunda de su memoria. Desafía a la memoria que nos engaña. Podemos creer que recordamos todo, pero no recordamos los pensamientos bloqueados. ¿Reaparece lo que se creía olvidado? Se nos presenta sin darnos cuenta. Nos desafía y de pronto al estar escribiendo: sale. Brilla como un faro en la oscuridad. Entonces no recordamos que tan real era. Se aproxima a la ficción. Quizá por ello toda autobiografía es ficción. No se describe lo cotidiano; a veces lo que era insignificante se mira de otra manera, como una llamada telefónica o la utilización de una palabra: “mi padre, por su parte, se enfadaba cada vez que yo usaba la palabra ‘engañar’, una palabra completamente inocente […] al cabo de los años supe que antes de nacer yo, en los años treinta, ‘engañar’ significaba dejar a una mujer embarazada”. Oz nos presenta los pequeños retratos de una vida diría, inscrita a una cultura lejana de Occidente. Lo describe y crea el mapa que hace posible entender su pensamiento, su historia, sus conflictos, su olvido, su lejanía. Recupera la memoria partiendo de la suya propia para desde la microhistoria rescatar la macrohistoria. Nos hace partícipes de su letra; somos reescritores de su memoria al leerlo. Y él lo pretendía.

Él era el escritor del siglo XX. Comprometido con su sociedad y su tiempo. Era de los últimos que quedaban con ese grado de inteligencia y dinamismo. Su compromiso no era con un político o partido, era mayor: con la PAZ, con mayúsculas, para entender la necesidad que de ella tienen las sociedades que la han anhelado tanto.

Su compromiso no debilitó su literatura ni su literatura su compromiso social. Como los grandes pensadores humanistas trabajó para dividirlas, para complementar su acción con su pensamiento. Su partida para nosotros es el símil de perdida la voz de Carlos Fuentes u Octavio Paz. Voces críticas. Plumas profundas. La lucha por la paz y el reconocimiento del territorio de dos Estados, como él proponía, Israel y Palestina. Pero su ausencia no es total. Su obra deja pensamiento e ideas para varias décadas. Quizá hasta que la paz se alcance. Paz postergada por siglos y que tristemente se ve lejana.

Leer sus palabras es iniciar el diálogo con su obra. Habrá quienes continúen su lucha de paz, otros lo leerán por primera vez o regresarán a su prosa de rasgos poéticos, por su ritmo y claridad. Por la precisión de las palabras. Por la descripción de la condición humana que en determinadas circunstancias reviven las pasiones ocultadas de la humanidad. Describió a su sociedad, desenterrándola del olvido de la historia y legó imaginación y lenguaje a la tradición: “pero tampoco en el hospital quiso obedecerles y, a pesar de que intentaron por todos los medios perturbar su placentero sueño, ella no hizo caso a nadie, tampoco del especialista del que había aprendido que la mente es el peor enemigo del cuerpo, y no se despertó por la mañana, tampoco cuando clareó el día…”.

PARA CONOCER A AMOS OZ

¿Dónde y cuándo nació?

En Jerusalén, el 4 de mayo de 1939

¿Cuál fue su lengua literaria?

Hebreo

¿Qué premios recibió?

El Premio de la Paz, la Legión de Honor de Francia, el Premio Israel, el Premio Goethe, en Príncipe de Asturias, el Franz Kafka, etcétera.

¿Por dónde empiezo a leerlo?

Una historia de amor y oscuridad (2002)

¿Es cierto que también escribió para jóvenes?

Sí: De repente en lo profundo del bosque, La bicicleta de Sunji y Una pantera en el sótano están publicados por el FCE

Y de sus ensayos, ¿qué leo?

La historia comienza

Contra el fanatismo


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IM/CR

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