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Entendiendo la universalidad de Roma

Entendiendo la universalidad de Roma

Entornos lunes 07 de enero de 2019 -

Gregory Escobar

A mediados de diciembre, y tras haber visto Roma, un mexicano llamado Luis decidió usar su Twitter para hacer una afirmación bastante tajante: ”No van a entender #Roma si nacieron fuera de la #CdMx"

Como fuego salvaje, el tuit de @iLuhesan se terminó haciendo viral y las respuestas no se hicieron esperar. “No van a entender Duro De Matar si son fáciles de asesinar” o “No van a entender Batman si tienen papás” fueron algunos de los mensajes que claramente se burlaban de la radical afirmación.

Sin embargo, lo que en el fondo ocultaba el muy burlado tuit (y sus respuestas) era un profundo sentido de pertenencia ante una película. Un fuerte orgullo—quizás mal canalizado—de verse reflejado en la pantalla, en lo que claramente es una obra de arte cinematográfica. Bromas a parte, tanto el creador de la frase como los miles de otros que le respondieron sólo quisieron dejar en claro que no sólo habían entendido Roma, sino que la obra de Cuarón les había hablado de una manera que cada uno sintió personal y única.

Y es que desde el primer segundo de Roma, Alfonso Cuarón despliega una hermosa colección de planos que apelan automáticamente a la nostalgia. Cada encuadre está meticulosamente diseñado para tener una carga simbólica sutil, pero imposible de ignorar.

Son imágenes que además de cotidianas, guardan claves únicas que refuerzan la historia como la del pasillo que se llena paulatinamente de mierda de perro sin importar cuántas veces se limpie (la erosión familiar escondida), la del avión que atraviesa la colonia cada 40 segundos (la certeza de que algo grande está sucediendo fuera de este microcosmos), la del carro Galaxy gigante del patriarca, que lenta y meticulosamente, es estacionado en el poco espacio que tiene (la delicada situación del matrimonio) o ese mismo carro en manos de la tenaz mujer divorciada que sufre algunos choques y rayones (las vicisitudes y retos de una madre sola).

Roma es una postal muy local que muestra escenarios universales. Y cualquiera puede identificarse con ella y entenderla.

La estrategia de Cuarón es plena. Justo cuando uno empieza a etiquetar a la película como una obra visualmente hermosa pero con un guion mas bien “simplón” y con poca carga emocional, el mexicano empieza a desplegar los golpes. Ya nos hemos aclimatado a la dinámica de esta familia de clase media de la colonia Roma, y ahora sí empezaremos a sentir sus reveses. Sobretodo los de Cleo, la "muchacha de servicio”, interpretada genuinamente por Yalitza Aparicio.

Cuarón no puede evitar tener a Cleo en un pedestal algo condescendiente e ingenuo. Ella es la representante absoluta del "pueblo pobre y noble" que aguanta en silencio insultos y cariños. Cleo sólo disfruta de pequeñas ráfagas de alegrías en los pequeños momentos entre una actividad laboral y otra. Cuarón ni siquiera es capaz de mostrarla disfrutando de su vida sexual, aún cuando el clímax de la película gira en torno a su embarazo no deseado.

Roma está prácticamente extraída de los recuerdos de la infancia de Alfonso Cuarón. Sus personajes viven entre terremotos, canciones de Los Pasteles Verdes, programas de Siempre En Domingo, e incidentes como El Halconazo.

La película está dedicada a “Libo”, que es el cariñoso apodo con el que él y su familia llaman a Liboria Rodríguez, la mujer oaxaqueña que trabajó en su casa desde que el director era apenas un bebé de brazos.

Así que, por supuesto, Roma siempre estará marcada por el privilegio de su creador. Los recuerdos de Cuarón son los de un cariñoso amigo e hijo adoptivo que no puede escapar de la realidad de ser un pequeño patrón.

Pero Cuarón termina al menos humanizando al extremo esa relación de patrón-empleado. Cleo seguirá limpiando y cuidando a los niños, pero su rol en la nueva estructura familiar es absolutamente indispensable. Ella será por siempre una heroína silente y estoica que en la medida de su limitada ambición y posibilidades, parece haber conseguido la paz en un núcleo familiar ajeno.

¿Es eso un destino agridulce? sin duda. Pero Roma parece venir de una voz que al menos es lo suficientemente consciente como para dejar en claro la necesidad de darle una plataforma a los menos escuchados.

Y esa lucha, es universal.

La temporada de premios apenas comienza, pero todo apunta a que esta postal hermosamente agridulce sobre el patriarcado fallido y las contradicciones de una relación patrón-empleado en el contexto familiar seguirá recibiendo merecidos elogios.

Esta noche, Roma se ha embolsillado los Globos de Oro a Mejor Película Extranjera y a Mejor Director. Según propias palabras de Cuarón en el backstage de los premios, el triunfo de Roma tiene “mucho más valor” porque “es sobre un personaje que ha sido invisible en el cine, lo cual es muy emocionante”.

Ciertamente, por ahora, el rostro de Yalitza Aparicio seguirá merecidamente engalanando vallas, revistas y artículos.

Pero el mayor reto de Roma es que su legado sea lo suficientemente extenso como para que ese rostro, local, siga siendo universal mucho después de que se entreguen los Oscar de 2019 y un nuevo ciclo de películas empiece a estrenarse.

Eso sería haber realmente entendido la película.


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IM/CR

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