Columnas
El pasado primero de diciembre concluyó la cumbre anual del Grupo de los 20 en Buenos Aires, Argentina. El G20 es el principal foro internacional para la cooperación económica, financiera y política. Participan los jefes de gobierno de las 20 mayores economías desarrolladas y en desarrollo. En su conjunto representan el 85 por ciento del producto interno bruto global, el 75 por ciento del comercio internacional, el 66 por ciento de la población mundial y el 80 por ciento de las inversiones globales. Se reúnen para debatir temas relacionados con el sistema financiero internacional, la estabilidad, el crecimiento económico y buscan generar políticas públicas que resuelvan los grandes desafíos globales.
Este año la cumbre ha fracasado por las fuertes tensiones que rodean a los países protagonistas. La abierta guerra comercial entre Estados Unidos y China. El escepticismo de Donald Trump ante la existencia del cambio climático, el único líder mundial que lo sigue negando. La retirada de Estados Unidos del Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio que le enfrenta con Rusia. La tensión entre Occidente y Rusia por el incidente naval frente a Crimea. La presencia del Príncipe saudita Mohamed Bin Salman, responsable de la terrible guerra en Yemen y claramente implicado en el asesinato del periodista Jamal Khashoggi. Europa, por su parte, desorientada por el Brexit y con otra crisis financiera en Italia que amenaza el euro, vive en una economía que no crece ni con el mayor estímulo monetario de la historia. Los líderes europeos, en una profunda crisis democrática, se encuentran hundidos en las encuestas y seriamente amenazados por los partidos antieuropeos.
América Latina también expone sus divisiones.
La postura del próximo Mandatario Brasileño, Jair Bolsonaro, contra el multilateralismo y los compromisos medioambientales convierten a Brasil en un obstáculo para llegar a un acuerdo comercial entre el Mercosur y la Unión Europea. Argentina, hundida en una importante crisis económica, carece de credibilidad al ser su sistema arancelario uno de los más impenetrables del mundo. La desangelada firma del nuevo acuerdo comercial entre México, Estados Unidos y Canadá, solo deja claro que Trump promoverá intercambios globales bajo sus propias reglas.
Como era de esperarse hay poco que decir de los resultados de la cumbre. En el documento final se comprometen a revitalizar a la Organización Mundial de Comercio y todos, salvo Estados Unidos, manifiestan que el acuerdo de París contra el cambio climático es irreversible. No se habló de soluciones particulares y globales a los problemas más importantes de la economía mundial, en especial a los desequilibrios que impiden la reducción de las desigualdades; tampoco de buscaron soluciones al problema de la financiación del desarrollo o de mejorar el acceso de los países en desarrollo a los mercados internacionales. Olvidaron que los grandes desafíos globales se resuelven cooperando. El G20 empieza a perder utilidad.