Columnas
Durante los últimos días, la Ciudad de México han estado sufriendo de la suspensión parcial o total del servicio de agua por el mantenimiento en el Sistema Cutzamala.
Esta afectación masiva abarca a más de cuatro millones de personas en la capital del país y aunque temporal, nos ha hecho recapacitar en la importancia y el valor del vital líquido.
Pero los capitalinos no somos los únicos que nos hemos puesto a pensar en las implicaciones del desabasto de agua. Desde hace décadas, gobiernos, organismos internacionales y el sector privado han discutido e incluso implementado medidas para asegurar lo que muchos temen sea la causa de las más terribles guerras mundiales: el agua. El crecimiento de la población del planeta parece no detenerse lo cual generará un mayor consumo de agua potable y a la vez una mayor fuente de contaminación en los recursos hídricos existentes. El crecimiento demográfico y económico están poniendo en estrés las fuentes de agua que actualmente existen en el planeta y, al ser este recurso no renovable, será cada vez más escaso.
Para hacer frente a este problema mundial, se han identificado medidas que van desde la desalinización y el tratamiento de aguas residuales, hasta la privatización de los sistemas de aguas. En muchos países se han fijado precios para la distribución de agua lo cual se hacía de forma gratuita anteriormente y empresas privadas han sido invitadas a hacerse cargo de la gestión, operación e incluso de la propiedad de los sistemas públicos de agua. Cada vez vemos con mayor frecuencia el comercio transnacional de agua por medio de transferencias de agua dulce a granel a través de las fronteras e incluso a través de los océanos.
Muy seguramente esta tendencia de la globalización y privatización del agua no podrá revertirse. En algunas circunstancias, la privatización de algunos de los aspectos de la provisión del agua pudiera ser benéfica; por ejemplo, cuando los gobiernos no tienen la capacidad técnica para dar acceso a millones de personas que viven en zonas rurales. Sin embargo, la privatización del agua deja muchas dudas sobre las preocupaciones más importantes en torno a este tema, en particular respecto al papel del agua en cuestiones sociales, culturales y ecológicas que no pueden ser, de ninguna manera, delegadas a fuerzas de mercado.
El acceso universal al agua, como derecho fundamental, tiene que ser protegido por el Estado y cualquier intento de privatización deberá ser analizado cuidadosamente tomando en cuenta la implementación de mecanismos que aseguren el objetivo social el cual tendrá que estar siempre por encima de cualquier objetivo de lucro. El agua es tan vital para el ser humano que ponerla en manos enteramente del sector privado resulta irracional, pero la nueva “economía del agua” sugiere que por ese camino de irracionalidad andamos.