Columnas
Un año más de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara cosechando éxitos. El evento reportó alrededor de 865 mil asistentes y una infinidad de presentaciones de libros, conferencias, conciertos y charlas de escritores. Como de costumbre, los grandes consorcios del mundo editorial de habla hispana hicieron su agosto con millares de ventas y posiblemente entrevieron la posibilidad de nuevos y muy rentables negocios. La diversidad y riqueza de la oferta bibliográfica solamente encuentran paralelo con la inusitada cantidad de gente en los pasillos y en específico, estudiantes que dificultaban el paso a los turistas. Es abrumadora la cantidad de stands representativos de editoriales procedentes de todo el mundo. En 2018, el país invitado fue Portugal.
Como de costumbre, los organizadores y las autoridades culturales de México merecen aplausos nutridos por la organización de una feria de talla mundial. La FIL produce también nota periodística de corte político, pues fue allá donde se dieron las polémicas declaraciones de Paco Ignacio Taibo II. No obstante, para mantener un tono de crítica constructiva, vendría bien analizar qué tanto ha impactado la Feria sobre los indicadores de lectura en Guadalajara y en todo el estado de Jalisco. No conozco estadísticas a ese respecto. Desde hace décadas que celebran la Feria, pero ¿ha aumentado proporcionalmente el gusto por la lectura de los habitantes de Guadalajara?
Por otro lado, un aspecto visible es la altísima concentración de gente en un espacio cerrado. ¿En caso de siniestro hay la capacidad institucional para garantizar la seguridad de todos los visitantes? ¿Por qué no desahogar un poco la Expo Guadalajara y mover algunos de los eventos de la FIL a zonas de la ciudad donde no siempre hay acceso a servicios culturales de ese nivel?
Resulta impactante toparse con figuras de la alta literatura internacional en los pasillos de la FIL. Por ahí andaban el Nobel Orhan Pamuk, Sergio Ramírez, Premio Cervantes e Ida Vitale, la poeta galardonada este año con el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances. Caminan juntos y conviven ahí los autores de reconocimiento planetario con entusiastas lectores de todas las regiones de México y América Latina. Aun así, no pude evitar el registro de una inquietud sensible por las dificultades de circulación dentro del edificio. Todos caminábamos muy lento y apretadísimos. Supongamos un incendio o sismo, ¿cómo trabajaría Protección Civil para resguardar a los escritores (Ramírez fue vicepresidente de Nicaragua y en consecuencia tiene muchos enemigos políticos) al mismo tiempo que a los visitantes?
La FIL se ha convertido, con toda justicia, en motivo de orgullo para los tapatíos. Es deseable conservar y ampliar ese gran logro. Una medición orientada a mejorar los indicadores de lectura y mayores garantías de seguridad para los visitantes contribuirían a ello. Felicidades otra vez a los organizadores.