Columnas
La entrega de la medalla Belisario Domínguez, distinción otorgada por el Senado de la República, es motivo recurrente de polémica. Se ha vuelto costumbre cada año. Las pasiones ideológicas dominan el debate sobre quién o quiénes son acreedores a este reconocimiento institucional. En ocasiones anteriores, la izquierda mexicana impugnó y descalificó la premiación de Alberto Baillères y Gonzalo Miguel Rivas Cámara.
Esta vez, la izquierda recibió un portazo en las narices. En un acto de congruencia encomiable, la familia del periodista Julio Scherer, legendario director de Excélsior y fundador de la revista Proceso, rechazó el galardón. “Con la certeza de que esa hubiera sido su voluntad, en respeto a su forma de vivir y de pensar”, la familia Scherer declinó la medalla. “Es congruente con la posición inalterable de Julio Scherer García en vida: el rechazo absoluto a todo tipo de premios, homenajes y reconocimientos provenientes del poder público, cualesquiera que fuese su signo político”.
En tiempos de sumisión de la prensa que antes presumía de combativa, en la época de renuncia a la capacidad analítica, esta lección ética resulta refrescante. El analista, comentarista, reportero, periodista, académico, escritor, no puede ni debe nunca transigir en su vocación crítica, so pena de volverse un propagandista y destruir el prestigio de varios años.
La izquierda mexicana perdió su autoridad moral durante décadas al pasar por alto las atrocidades primero del sistema soviético y después de la revolución cubana, dictaduras totalitarias en el más pleno sentido del concepto. La lección no quedó registrada en las mentes y el desempeño profesional de muchos de quienes hoy se dicen de izquierda. Prefieren cerrar los ojos ante los ataques a la libertad política y la consolidación de un nuevo sistema autoritario.
La determinación de la familia Scherer, por otra parte, rinde honor a la mejor tradición periodística de México. La promotora de la equidad y sociedades más justas sin aplaudir dictaduras ni justificar actos de autoritarismo. La que exige respeto a su independencia de criterio y no está dispuesta a subordinar la libertad de pensamiento ni siquiera a los gobernantes de su misma ideología, autoproclamados valedores del pueblo.
El rechazo de la medalla Belisario Domínguez recuerda que aquellos periodistas dispuestos a alinearse con el poder, sea cual sea el partido o la procedencia ideológica, terminan convertidos en cómplices de los atropellos. Alexis de Tocqueville elogiaba el servicio público de la prensa. No se trata de las noticias transmitidas, sino la contención exigida a los gobernantes, temerosos de ser denunciados por los periodistas. “La prensa no sólo es el arma más poderosa contra la tiranía y el despotismo, sino el instrumento más eficaz y activo del progreso y de la civilización”, escribió Francisco Zarco, quizás el periodista mayor de México en el siglo XIX.