Columnas
Retomo el alegato de Levitsky y Ziblatten en su libro Cómo mueren las democracias. Afirman que, para la buena salud y continuidad de los Estados constitucionales contemporáneos, no sólo hay que identificar a estos personajes, sino detener su ascenso y derrotarlos, y que son los propios partidos pro democráticos y sus liderazgos los responsables de lograrlo.
Señalan que para desplegar esa operación exitosamente, los partidos pro democráticos deben realizar un “distanciamiento” expreso en los términos que propone Nancy Bermeo, politóloga de renombre que escribe sobre esa materia. Ella dice que los partidos pro democráticos pueden distanciarse de los políticos autoritarios cuando menos de cinco maneras. Primera, deben evitar que esta clase de operadores lleguen a las boletas, resistiendo la tentación de postularlos con la idea de que ganarán votos para el partido, pues los ganarán para sí mismos y luego tomarán su propio camino dejando de lado el instituto político que los postuló e, inclusive, lo combatirán.
Segunda, los partidos pro democráticos pueden identificar a los políticos autoritarios en sus propias bases y cuadros y expulsarlos de sus filas evitando que crezcan y generen lealtades y clientelas, aunque en un principio pierdan fuerza electoral y/o posiciones electivas; dice que a la larga será mejor así.
Tercera, los partidos pro democráticos pueden evitar alianzas con los partidos y políticos autoritarios, aunque dichas coaliciones y acuerdos parezcan ofrecer ventajas en las urnas y/o en la formación de gobiernos. Señala que las consecuencias de no atender esta recomendación se harán evidentes en muy corto plazo. Anuncia que el deceso de muchas democracias fue producto más de una afinidad especial del partido pro democrático determinado con los extremistas de su lado del espectro político, que con los partidos y políticos del lado opuesto.
Cuarta, los partidos pro democráticos pueden actuar para aislar sistemáticamente, más que legitimar, a los extremistas. Dicho de otra manera, evitar actos o eventos que normalicen o provean de respetabilidad a las figuras autoritarias.
Quinta, y quizá la más importante: que cuando los partidos o personajes extremistas emerjan ya como serios contendientes electorales, los partidos pro democráticos deben forjar frentes o coaliciones para derrotarlos. En otras palabras, deben estar dispuestos a salvar la democracia uniéndose a opositores ideológicos, aun distantes políticamente, pero dispuestos a garantizar la continuidad del orden político constitucional.
De cada estrategia, triunfante y fallida, los autores ofrecen ejemplos históricos del periodo de entre guerras en Europa y de fases más recientes, como el exitoso frente formado en Austria en 2016 entre los demócrata cristianos y el partido verde, que derrotó al extremista Norbert Hoffer, cuya victoria parecía inminente, y que entre otras cosas, promovía la intolerancia hacia los inmigrantes y denunciaba como políticamente ilegítimo el estado de cosas y el régimen político de aquel momento. Lectura obligada.