Columnas
En el tiempo que llevo escribiendo artículos de opinión, he comentado y criticado el desempeño de numerosos políticos. Algunos, molestos, activaron su legión en Twitter para hostilizarme por señalamientos que les incomodaron, pero nadie abrió un diálogo.
Hace unos días publiqué una sugerencia para la gestión de Paco Ignacio Taibo II al frente del Fondo de Cultura Económica. Propuse la extensión de la actividad editorial del FCE a Estados Unidos. Me parecía una posibilidad atractiva para la diplomacia cultural y una oportunidad de servicio público a la comunidad mexicana avecindada en aquel país. Para mi sorpresa, el artículo del FCE tuvo primero una respuesta en Twitter directamente de Taibo II y luego un encuentro (gracias a Arturo Rodríguez) que sólo puedo calificar de amabilísimo.
Cuando le explicaron que yo era el autor del artículo, pensé que Taibo II iba a contestar algo parecido a lo que decían, arrogantes, todos los políticos de este sexenio: “Habla con mi secretario particular, que te haga cita…”. Es decir, “piérdete”. Si el político no le da la instrucción directa a su particular, éste entiende que debe ignorar al solicitante. Una vez, un alto funcionario me sugirió que pidiera cita con el secretario particular de su secretario particular. No es broma. El resto, amurallados detrás de su círculo de aduladores incondicionales, rechazaban cualquier tipo de contacto popular. Cuando finalmente concedían una cita, llegaban muy tarde, enviaban un suplente o plantaban a la gente.
Taibo simplemente dijo “arrímate una silla” y empezó a platicar con franqueza. “Tienes razón en tu texto compañero, pero hay que encontrar el hilo negro”. Taibo II empezó a explicarme cuántos años lleva vendiendo sus propios libros en Estados Unidos y las dificultades que eso entraña. En su mayor parte, ha conseguido vender a universidades con departamentos de literatura o estudios latinoamericanos. Poner los libros mexicanos en las cadenas de supermercado o en las cadenas de librerías como Barnes and Noble, cuesta carísimo. Abrir una librería de títulos en español muchísimo más. No se recupera la inversión. Según me explicaba Taibo II, los paisanos casi no tienen tiempo de leer, pues trabajan todo el día. Sus hijos, y en general la comunidad chicana, sólo quiere leer en inglés. La inversión necesaria para abrir una sucursal del FCE en Estados Unidos no se recuperaría en ningún sentido y con ese dinero se pueden llevar muchísimos libros baratos a las comunidades campesinas de México, me explicó Taibo II.
“Escriba usted su respuesta” le sugerí. “No tengo tiempo compañero, pero el día que quieras te doy una entrevista para explicar esto”. Sonrió ampliamente y extendió su mano. Como Taibo II no tiene tiempo de mandar su réplica a mi columna, me pareció justo exponer aquí sus argumentos. Le agradezco el tiempo y la generosa disposición al diálogo.