Columnas
La idea de un grupo de hombres armados surcando los mares y robando a barcos que transportan bienes preciados generalmente nos hace pensar en los piratas del siglo XVII con sus banderas de calaveras y patas de palo. Sin embargo, la piratería sigue siendo una amenaza para el comercio global y la seguridad de varias regiones.
La Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (CONVEMAR) define la piratería como todo acto ilegal de violencia cometido con un propósito personal, por la tripulación o pasajeros de un buque privado, contra personas o bienes que se encuentren en alta mar, en zonas sin jurisdicción de un Estado.
El problema de la piratería en los siglos XX y XXI captó las miradas internacionales a partir de los acontecimientos en las costas de Somalia. No obstante, hoy en día el sudeste asiático ha superado a Somalia como la región más afectada por la piratería.
El sudeste de Asia es también donde se encuentran las principales rutas marítimas comerciales. En ese sentido, basta recordar que el 80% del comercio mundial se transporta por mar y el 60% atraviesa los mares del continente asiático. Este continente cuenta con importantes pasos marítimos de importancia estratégica para la seguridad y el comercio.
El problema no es menor, pues además del robo de petróleo y actos relacionados al mercado negro y el crimen organizado, el terrorismo se ha sumado a la lista.
Países como Filipinas e Indonesia han tenido que enfrentar los disturbios terroristas en zonas cercanas a sus territorios. Los grupos terroristas no sólo buscan alterar el orden, además, se aprovechan de los recursos que pueden conseguir de los buques transportistas para conseguir mayor financiamiento.
La necesidad de una mayor cooperación entre países asiáticos es evidente, pero complicada. Las disputas territoriales entre varios de estos países merman los esfuerzos de cooperación.
El caso del mar del sur de China podría ser el más representativo, pero no es el único. Al final, el choque entre los intereses territoriales de los estados de la región entorpecen los esfuerzos.
El miedo al poderío chino contribuye al recelo.
En efecto, el fortalecimiento de la armada China ha sido un factor importante para aumentar la seguridad, pero los demás países no están dispuestos a confiarse. Sin embargo, países como India, Japón, Estados Unidos y el sudeste asiático ven con preocupación la expansión de la influencia y el poderío marítimo chino.
Finalmente, a pesar de haber una disminución en la cantidad de ataques, la piratería sigue siendo una preocupación que requiere de soluciones a mayor plazo y cooperación.
Indonesia, ahora como miembro no permanente del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, podría buscar dar mayor visibilidad a este problema para llevar a cabo acciones eficaces, especialmente si los actos de terrorismo se potencializan.