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Populismo

Populismo

Columnas lunes 05 de noviembre de 2018 -

Un difuso fantasma recorre la geografía del mundo: el populismo. Lo encontramos en países como Alemania, España, Finlandia, Francia, Grecia, Italia y Polonia. Entre sus máximos exponentes tenemos a Donald Trump en Estados Unidos, Rodrigo Duterte en Filipinas, Viktor Orbán en Hungría, Norbert Hofer en Austria, Geert Wilders en Holanda, Evo Morales en Bolivia, Daniel Ortega en Nicaragua, Nicolás Maduro en Venezuela y Jair Bolsonaro en Brasil. Ellos son los aparentes caballos de Troya en el Apocalipsis democrático. Esa es la percepción extendida a raíz de los recientes acontecimientos políticos globales y su traslado a la opinión pública a través de los medios de comunicación.

Son caudillos hechos por sí mismos, exitosos, populares y con capacidad para la teatralidad. Simplifican el discurso político, alimentan el resentimiento, son xenófobos, demagogos e irresponsables. Critican al sistema tradicional de partidos con desmesuradas advertencias de los grandes problemas políticos del momento. Con entusiasmo y una estudiada escenificación el líder se dirige a sus seguidores, favorecido por la industria del entretenimiento mediático, para denigrar al adversario. Cautivan la voluntad de la mayoría sin dar concesiones a los derrotados. Voltean al pasado para ver el futuro ignorando el propio presente. Moldean la conciencia pública hacia la realidad que promueven y cuestionan la tradicional comprensión de la democracia liberal.

El populismo es un fenómeno político que separa a la sociedad en dos campos rivales, el pueblo frente a la élite corrupta. La política sólo puede ser la expresión de una voluntad general. Siempre hay una apelación al pueblo y la concerniente denuncia a una élite, subrayándose el antagonismo entre uno y otra. Si el pueblo se encuentra en esa terrible situación es porque lo ha provocado una élite: capitalistas, intelectuales, políticos y extranjeros. El populismo es la principal amenaza para las instituciones centrales de la democracia liberal y todas aquellas que vigilan el control del poder y la protección del pluralismo social.

El populismo busca conectar con el ciudadano que se siente abandonado por la clase política tradicional y estafado por gobiernos tecnócratas. Habla a nombre del pueblo para movilizarlo, se erige como la voz de la mayoría oprimida, de los que han sido olvidados, menospreciados y denigrados. Del ciudadano que a la vez añora un nuevo liderazgo y un Estado menos lejano y burocratizado.

La ola populista es consecuencia de la pérdida de cohesión social y el aumento de la desigualdad. La democracia liberal no ha garantizado prosperidad económica y sus instituciones políticas han perdido eficacia. La ruptura entre gobernantes y ciudadanos es producto de la actual crisis de representación que deja a la democracia sin alternativas. Para evitar que siga reproduciéndose este fenómeno político, es necesario instaurar sustantivas reformas democráticas que estén acordes con las necesidades de los nuevos tiempos políticos que vivimos.


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