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Por ellas

Por ellas

Columnas viernes 07 de diciembre de 2018 -

Ayer comenté en este espacio que la Suprema Corte de Justicia de la Nación determinó la inconstitucionalidad del artículo de la Ley del Servicio Social que establecía que no era obligatorio para los patrones registrar ante el IMSS a las empleadas domésticas.

La Corte resolvió que esa distinción en el fondo resultaba discriminatoria, ya que no existían razones legítimas en la Constitución que la justificaran.

México tiene muchos pendientes históricos con su gente más pobre y olvidada. Pero si por algún lado o sector habría que empezar a hacer justicia es con las empleadas del hogar. Mujeres casi en su totalidad, provenientes de comunidades absolutamente marginadas, en muchos casos adolescentes y en una buena medida indígenas.Salen de sus casas en busca de mejores condiciones de vida pero, en muchas ocasiones, aunque tengan un salario, sus condiciones se degradan: son humilladas cotidianamente de muy distintas formas, condenadas a la soledad en medio de una familia y sometidas a condiciones laborales del siglo XIX.

No suelen tener horarios. Hay que estar cuando la jefa o jefe quiera cenar y hay que levantarse antes que todos para preparar el desayuno. Luego a lo que sigue: lavar ropa, planchar, limpiar pisos, asear los baños, tender lo limpiado, darle de comer a la mascota (si hay), estar atenta al teléfono —porque cómo que está en la casa sin contestarlo—, tener la comida preparada y limpiar los platos. Jornadas brutales de trabajo en casi completa soledad.

Tampoco suelen tener decisión sobre sus descansos. Sus vacaciones las toman hasta que salen los patrones. Y deben regresar a la vuelta de los mismos. ¿Aguinaldo? A discreción de los jefes ¿Prima vacacional? Ni que fuera trabajadora de la empresa del patrón.

Y lo obvio: tampoco cuentan (contaban) con un esquema de seguridad social. Su salud y prestaciones sociales quedaban a la absoluta discreción de los empleadores. La salud, para ellas, no era un derecho, sino una concesión generosa del jefe.

Si en serio sentimos su dolor y soledad y queremos acompañarlas en su desesperada aspiración por mejores condiciones de vida, no basta con apapacharlas, decirle a los amigos que las queremos mucho y que hasta se les da 15 días de aguinaldo. Pagar las cuotas del seguro social —esa institución que creamos para cuidar de los más desprotegidos— es la forma de mostrar una genuina preocupación por su porvenir. Gracias a la Corte, esa elección ya no quedará a discreción de la gracia de los patrones. Será obligatorio inscribirlas y pagar las cuotas correspondientes.

Con esta decisión —a la que ya se sumó el IMSS—, México se volvió un país un poco menos jodido con las mujeres más necesitadas de protección. Con las más trabajadoras también. Aunque sea décadas tarde.



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/CR

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