Que no cunda el pánico

Tenemos nueva historia oficial. Juárez, Madero y Cárdenas gravitan en el cielo mexicano desde hace meses; a las filas del nuevo régimen se acaba de sumar Zapata con su año de conmemoraciones; en la propaganda para apoyar al Presidente en la lucha contra los huachicoleros aparece Lázaro Cárdenas como escudo protector de la Patria y no está solo: en el logotipo histórico —cuyo diseño parece una creación de la época de oro del nacionalismo revolucionario—, junto a los tres héroes de la 4T, se encuentran también Hidalgo y Morelos; en la portada de la Cartilla Moral vemos a Juárez y a Madero acompañados por Sor Juana y otra mujer —ojalá sea Josefa Ortiz de Domínguez, si es así, lo aplaudo, pues aparece como era: una mujer joven, de 41 años de edad y requetechula según las litografías de la época que se encuentran en el Panteón de los queretanos ilustres.

▶ La nueva historia oficial llega, curiosamente, al cumplirse 50 años de la creación de la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuito —principal instrumento de la difusión de la historia oficial—,y 49 años de que Jaime Torres Bodet, su titular, entregó el primer ejemplar el 16 de enero de 1960.

No tengo reparos con los libros de español, los de lecturas, los de ciencias naturales o matemáticas, pero siempre criticaré el libro de historia de la SEP — ciencias sociales se llamó por momentos—, porque sirvió como catecismo de historia patria: hecho para adoctrinar, no para comprender, no para cuestionar, no para analizar.

Y es que la tan cantada historia oficial escrita por el régimen priista planteó una sola interpretación, maniquea, manipulada, llena de mitos y proclive a la polarización: Héroes contra villanos, seres perfectos e infalibles contra traidores y vendepatrias, sin matices. Sí, desde entonces el PRI también esgrimió esa falacia de “el lado correcto de la historia”.

¿Cómo aprendía historia el mexicano de a pie en la segunda mitad del siglo XX? A través del libro de texto; con el discurso patriótico-retórico-demagógico del gobierno; escuchando la aburridísima hora nacional con esas terribles recreaciones en las que Juárez, Madero o Hidalgo hablaban como si todas sus frases merecieran estar escritas en letras de oro y a través de varias telenovelas históricas que fueron producidas a finales de losaños sesenta y principios de los setenta La tormenta, 1967 (de la guerra de Reforma a la Constitución del 17); Los caudillos, 1968 (de la independencia al estreno del himno nacional); La Constitución, 1970 (del porfiriato a la Carta Magna) y El carruaje, 1972 (Juárez contra la intervención y el imperio). Los instrumentos eran variados, pero todos los caminos llegaban al mismo destino: una versión única de la historia que no era posible someterla ni confrontarla con nada que estuviera al alcance del ciudadano común.

Claro que las principales instituciones educativas generaron grandes historiadores, investigaciones profundas y rigurosas y nuevas interpretaciones históricas, pero por años permanecieron en el castillo de la pureza de la academia, en el olimpo de la sabiduría que nunca descendió a la sociedad porque los académicos desdeñaban la divulgación histórica.

Pero que no cunda el pánico. Antes de que los furibundos detractores del nuevo régimen comiencen a azotarse contra las paredes por la nueva historia oficial que está en ciernes, debemos tener presente que la gran diferencia entre la historia que quiere contarnos la 4T y la que nos recetó el PRI durante décadas es que hoy la academia participa en la divulgación y la historia se difunde por todos los medios posibles, y esos son los instrumentos que tenemos los ciudadanos para confrontarla, así que la nueva narrativa patriótica y nacionalista con todo y sus héroes infalibles —son los mismos que enalteció el PRI—, será tan sólo una más de las muchas interpretaciones históricas que hoy tenemos.