Entornos
RAUDEL ÁVILA
Al principio de la Guerra Fría, el gobierno estadounidense convocó a las mentes más brillantes del país. El Presidente Truman, preocupado por la competencia soviética, preguntó a los intelectuales cómo detectar talento infantil para darle seguimiento. Su respuesta predilecta fue la del escritor Isaac Asimov, “ponga atención a los niños interesados en ciencia ficción. Serán los más creativos.”
Acaba de morir Stan Lee y pienso en cuántos niños logró interesar en la ciencia ficción. Stan Lee no inventó el género de los superhéroes, lo revolucionó y perfeccionó. Desde su primera gran aportación en Los Cuatro Fantásticos, el cuarteto no tenía una identidad secreta y sí muchos problemas civiles. Peleaban entre ellos. La Mole y el Señor Fantástico estaban simultáneamente enamorados de la Chica Invisible. La Antorcha Humana detestaba a La Mole. El supervillano, Doctor Doom, no era un delincuente ni un demente provocador del caos. Victor von Doom era un académico ansioso de reconocimiento.
Los Hombres X no eran un grupo de súper policías, sino unos adolescentes inadaptados víctimas de discriminación, igual que la población afroamericana en la década de 1960, cuando apareció el comic. Daredevil es un superhéroe ciego. Y la obra maestra de Stan Lee, el hombre araña, es un adolescente, pobre, huérfano, trabajador. No cuenta con otro recurso que unos poderes ridículos (treparse a la pared), su sentido del humor y una inteligencia superior para enfrentar las adversidades.
Stan Lee quería ser novelista y se nota. En una vida de lecturas solamente tres escritores me han conmovido hasta las lágrimas: Pedro Calderón de la Barca, Leon Tolstoi y Stan Lee. No hay historia más estrujante en el universo de los comics que la muerte del tío Ben a manos de un asesino que el hombre araña dejó escapar por soberbia.
Remy Bastien, traductor de Marvel Comics en México durante décadas, me cuenta que muchos se maravillaban con la capacidad de Stan Lee para concebir tantos personajes. Pura necesidad. Stan Lee vio a su padre sufrir desempleo en la Gran Depresión y trabajaba frenéticamente inventando héroes para evitar que algo así le ocurriera a su familia. Como todos los maestros de un género, Stan Lee dejó escuela. Alan Moore, Frank Miller, Neil Gaiman, Geoff Johns, todos los grandes del comic han reconocido su deuda con Stan Lee. Décadas después de la pregunta del Presidente Truman a los intelectuales, un niño leía vorazmente las revistas del hombre araña. Cuando creció, pidió a Stan Lee aparecer en la portada de un comic con su héroe. En esas revistas aprendió civismo. Lo marcó el lema del arácnido “con un gran poder, viene una gran responsabilidad.” El nombre de ese niño es Barack Obama.