Columnas
Ahora sí se puede decir que no hay plazo que no se cumpla; y el sábado habrá llegado la izquierda mexicana al poder por la vía democrática. Le buscaron por todas las formas posibles, pero finalmente desde bien adentro del aparato se fueron colando hasta triunfar. Aprovechándose de las torpezas y corruptelas de quienes les precedieron, cuando nos dimos cuenta ya habían “doblado” al sistema. Lo que sigue para muchos es una incógnita; aunque para mí está más que claro.
Empiezan reviviendo el “día del presidente”, ese que seguramente López Obrador vio muchas veces por televisión, admirado por la ceremonia presidida por Porfirio Muñoz Ledo; y quizás pensando que algún día él sería el protagonista. Entre tanto, sus huestes se dieron a la tarea de sabotear los cambios de gobierno y los informes presidenciales. De hecho, él fue el artífice del secuestro de la Cámara de Diputados y de las tomas de tribuna; así que no dudo que en poco tiempo vaya a recibir una cucharada de su propia medicina.
Sembró demasiado odio, tensó el ambiente como si fuera su propósito en la vida, nos dividió… y por eso difícilmente su gobierno será uno de unión y armonía. Porque una cosa es ser opositor y otra muy distinta es ser un agitador social. Como si no tuviéramos suficiente con todos los problemas que arrastramos, ahora le sumaremos una fractura enorme del tamaño de la falla de San Andrés.
Por cierto que esta última ha acumulado energía durante siglos; y dicen los sismólogos que el día que la libere sufriremos un terremoto de violencia descomunal. Peligrosamente, todo indica que tanto AMLO como quienes le rodean, quieren provocar justo eso. Ya lo hicieron antes de llegar, con los mercados y la estabilidad económica. Ahora supongo que lo que sigue será meterse directamente con nuestras vidas (hasta una constitución moral nos quieren imponer).
El sábado lo veremos en el balcón de Palacio Nacional; como desde hace décadas no se veía a un mandatario dirigirse a la nación. Ya nada más falta que le ofrezcan un Ángelus en Catedral para que a esto sí se lo lleve patas de cabra. Me apena decirlo, porque me preocupa en demasía, pero allá afuera hay muchos que respetan su triunfo (como ocurrió con los demás), pero que no permitirán que se trastoque la vida en libertad que nos hemos ganado.
Que vulgaricen el ejercicio público, que sean torpes en el manejo económico, que rompan protocolos o hagan trenecitos, es medianamente tolerable. Pero que pretendan hacer de nuestra patria una Venezuela, eso nunca. Ni vamos a permitir la reelección de López Obrador, ni vamos a tolerar trampas electorales o la coerción de nuestros derechos más elementales. Buena suerte y una mano extendida para convivir. Por la buena se puede mucho, por la mala…hasta el más tonto respinga.