Columnas
Mumbai, 26 de noviembre de 2008. Un grupo de radicales islamistas inició una serie de atentados por toda la ciudad, produciendo terror durante tres días, y dejando tras de sí 166 muertos y más de 300 heridos. Los terroristas lograron paralizar la capital financiera de la India, lo cual fue un foco rojo para las estrategias de seguridad nacional del gobierno. Asimismo, los esfuerzos por mejorar las relaciones entre India y Pakistán (siempre pendientes de un hilo) se desmoronaron una vez más cuando se encontró evidencia de que el gobierno pakistaní apoyaba a los responsables de los atentados: el grupo terrorista Lashkar-e-Taiba.
El 26/11, como se le conocen a estos atentados, se ha comparado con el 9/11 de los estadounidenses. No obstante, a pesar de que miles de musulmanes estuvieron de luto por los fallecidos (sin importar su nacionalidad o religión), no disminuyo la presión ni el ambiente de hostilidad que siguieron enfrentando posteriormente.
Diez años ya han pasado. Desde entonces los avances en las estrategias de contraterrorismo son innegables. Desafortunadamente, no se puede decir lo mismo respecto a la criminalización de la comunidad musulmana. Así lo puso en evidencia el gobernador de Meghalaya en sus declaraciones con motivo del aniversario de estos acontecimientos, al publicar en twitter que el 26/11 fue una “masacre de inocentes (exceptuando a musulmanes)”.
¿Por qué es importante retomar este aspecto? Se pueden citar varios ejemplos alrededor del mundo sobre cómo la proyección mediática y popularizada de discursos de odio, cargados de estereotipos, ha criminalizado a inocentes y radicalizado a determinados sectores de la sociedad. En India no es un tema menor.
La violencia comunal ha sido un problema latente desde su independencia, así como una amenaza para la frágil identidad secular del estado. Los constantes ataques a personas por su religión, así como la exclusión sistemática por parte del estado indio, parecen fortalecerse bajo la retórica del partido gobernante.
Hay que recordar que el gobierno actual pertenece a una corriente ideológica de derecha nacionalista hindú (conocida como hindutva) que constantemente proyecta a los musulmanes como enemigos irreconciliables. En las próximas elecciones, este gobierno, encabezado por el primer ministro NareNdra Modi, buscará mantenerse en el poder. Para ello es muy factible que utilice la misma retórica de criminalización contra musulmanes que empleó en las elecciones pasadas.
Finalmente, India sigue siendo uno de los países más afectados por el terrorismo (en 2016 fue el tercer país en sufrir mayor número de ataques en su territorio), aunque ninguno con la misma magnitud que Mumbai 26/11 en los últimos diez años. No obstante, las prácticas y discursos de exclusión dañan el tejido social y radicalizan a individuos, dando el último empujón para convertir en enemigos internos a quienes pudieron ser aliados.