“Un guion no es un medio para jugar con el lenguaje"

RICARDO LÓPEZ

Hablando con Fernanda Solórzano (Ciudad de México, 1971) sobre la profunda crisis que atraviesa la experiencia en salas de cine, pensaba en Bradley Cooper, como ese Keith Urban crudo y decadente, interpretando la emotiva "Shallow" junto a Lady Gaga, en el remake de A star is born. Luego de explorar los puentes creativos entre el cine y la literatura y su debut como ensayista en Misterios de la sala oscura, desembarcamos en terreno de lo desconocido, dimensiones alternas, fenómenos paranormales y asesinos enmascarados.

Ir al cine es como el periódico bajo el brazo, ¿un ritual?

No hay nada mejor que ver una película en una pantalla grande, con el sonido adecuado y demás, pero debo de confesar que cada vez me parecen un poco más difícil tolerar, sin querer sonar fascista, las típicas interrupciones en sala. Pareciera que estamos en una época en la que tenemos que optar entre que sobrevivan las salas de cine o las plataformas digitales. No debemos de tener miedo a que coexistan.

¿Hay recetas creativas homogéneas entre el cine y la literatura?

La experiencia de dirigir abarca otros temperamentos. Yo nací lectora y luego abordé la crítica de cine. Soy de un temperamento más introvertido, entonces esta idea de que los críticos de cine son directores frustrados la pondría en duda. Se necesitan cualidades, atributos y temperamentos totalmente distintos.

Existen escritores reconvertidos en guionistas…

No siempre los escritores son buenos guionistas por una simple razón: la literatura te permite crear mundos dentro del papel. He leído guiones desarrollados por escritores y te encuentras con cosas que un guion no debe plasmar.

No puedes intentar plasmar atmósferas en un guion, no puedes describir el temperamento de un personaje, eso se tiene que apreciar en lo que dice y en lo que hace. Un guion no es un medio para jugar con el lenguaje, es un punto de partida para contar una historia.

¿Cómo conviven las sensaciones que provoca un buen libro y las que provoca una buena película?

Son experiencias completamente distintas. El libro es algo que te puede acompañar en lugares solitarios, el cine es más inmersivo, tienes que abandonarte al sonido, a las imágenes y al tiempo.

Misterios de la sala oscura, tu debut como ensayista, es una autobiografía emocional…

Todo lo que escribes es una autobiografía emocional. Cuando le pregunté a Pauline Kael, una gran críticade EU, si había pensado en escribir una autobiografía, decía: ‘no me interesa porque ya la escribí’. Hacer crítica, no sólo de cine sino también de arte, es revelarte frente a los demás. Puedes conocer muchísimo de alguien a partir de lo que cree o escribe.

¿Huir de tecnicismos para contextualizar, teniendo la etiqueta de crítica de cine, es un acto de malabarismo?

Misterios de la sala oscura no es un libro de crítica de cine, es un libro de historias alrededor de las películas y de cómo las películas dialogan con su realidad. Es una manera de analizar el cine desde su impacto antropológico y social. Los libros sobre teoría de cine suelen tener una mala reputación, suelen ser un poco aislantes. Yo quería comunicarme con más personas, abrir ese círculo. A veces somos un poco endogámicos; escribimos para nosotros mismos.

Abordar la mafia italoamericana a partir de Coppola, la violencia derivada de la revolución industrial a partir de Kubrick y la erótica feminista a partir de Bertolucci es un ejercicio revelador…

Es una mirada coyuntural. Mi intención era mostrar que las discusiones que desencadenaron en su momento algunas historias, siguen vigentes. Me pareció interesante el aspecto anecdótico e histórico de todo esto. En El Padrino, hay un placer un poco vicario de vivir en un mundo en el que uno no viviría de otra manera, y que se conecta con un mundo de la irresponsabilidad y de ilegalidad. Solemos idealizar la vida de los criminales porque conservan principios, incluso, más sólidos de los de aquellos que supuestamente defienden la ética.