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Una novela de acción

Una novela de acción

Entornos viernes 05 de octubre de 2018 -

Podemos hacer de la lectura un tejido de secretos tan estrechos que se vuelva paranormal; o, como decía Dalí, se puede leer tan paranoicamente como se quiera. De igual forma, cualquier libro puede ser leído con casi cualquier lente. Los libros de Historia pueden separarse mucho o nada de un best-seller, y un tratado de filosofía puede leerse como recetario revolucionario o como justificación antiséptica. He ahí una de las mayores riquezas y problemáticas de la lectura; problemática que encontró un ejemplo abismal en la Escuela de Frankfurt. Por Valeria Villalobos El término de la Segunda Guerra Mundial planteó preguntas verdaderamente polémicas para el mundo intelectual. ¿Marx comenzaba a ser leído como un llamado inminente a la acción liberadora o, como decía Jürgen Habermas, como manual para el “fascismo de izquierdas”? ¿Con qué lente debía leerse a Marx, a Benjamin, a Adorno, a Marcuse...? ¿Con el de la teoría o el de la práctica? ¿Desde una distancia prudencial, o sosteniendo bombas molotov? Éstos son algunos de los cuestionamientos sobre los que gira el libro Gran Hotel Abismo: biografía coral de la Escuela de Frankfurt (Turner, 2018) de Stuart Jeffries, un libro que analiza diversas lecturas filosóficas y políticas que colisionaron a mediados del siglo pasado. Recuerdo la primera vez que leí a Theodor W. Adorno; mientras transitaba las páginas sólo podía pensar en el gato de Cortázar y el contraste que el desdichado nombre del primero tenía con el humor del segundo. Esa es mi manera de decir que entendí poco, por no decir nada, de lo que leí en aquel primer acercamiento. Pasaron varios años antes de que volviera a intentarlo con también poco éxito. Una de mis desventajas como lectora de filosofía (obstáculo poco significativo en la literatura) era mi desconocimiento de la tradición filosófica que empujaba a Adorno a subir al estrado, así como su momento de enunciación. Ignoraba por completo con quién discutía en sus ensayos; la Escuela de Frankfurt sólo me sonaba a un liceo en Polanco; nunca había escuchado de Friedrich Pollock o de Henryk Grossman, y mucho menos tenía idea de qué era la Sozialistischer Deutscher Studentenbund. De haber encontrado el libro de Jeffries antes, mi camino por la comprensión de las luminarias de Frankfurt habría sido algo menos dinamitado. Gran Hotel Abismo explica de manera clara los orígenes de esta escuela de pensamiento, sus catalizadores, miembros, encuentros y desencuentros, críticas, exilios y disrupciones, además de varios chismes que vuelven la lectura una experiencia envolvente. Más que un libro de filosofía, es una interesante novela de la enrevesada y huérfana realidad de la posguerra, un mundo abrumado de preguntas, ansioso de respuestas y sensible a la acción. Siempre tejiendo redes entre ellos y la época, la obra explica algunas de las más notables aportaciones de Benjamin, Marcuse, Horkheimer, Adorno y varias otras figuras elementales de su tiempo, desde un análisis histórico y desde los propios textos de los filósofos. El autor recorre brevemente los orígenes y las condiciones económicas y sociales que les permitieron a estos personajes desarrollar su pensamiento, así como su genealogía filosófica, y los contrastes y conflictos aparentemente irresolubles que padecieron. Más allá de esto, el mayor atino de Jeffries es hacer evidentes algunas de las paradojas y contradicciones que sufría la Escuela; la más importante da nombre al libro: “Están ustedes alojados en el Gran Hotel Abismo”, escribió en una demoledora crítica el filósofo György Lukács, un hotel “equipado con toda clase de lujos, al borde de un abismo, de vacuidad, del absurdo. [...] La contemplación diaria del abismo, entre excelentes comidas y divertimentos artísticos, sólo puede sublimar el disfrute de las sutiles comodidades ofrecidas”. Gran Hotel Abismo hace un mapeo de los detractores y los cismas que sufrió la Escuela de Frankfurt, que no fueron irrisorios ni poco consecuentes; sus discusiones estaban plagadas, algunas veces de distancia, y otras de perturbaciones viscerales y amenazas de muerte. Jeffries analiza y explica el desarrollo del poderoso pero falible aparato crítico que creó la Escuela de Frankfurt para entender su época, y cómo sus miembros se volvieron centro de gravedad de manifestaciones políticas violentas, barricadas estudiantiles, redes intelectuales y, en ocasiones, movimientos autoritarios de los que, en su mayoría, buscaron escindirse. “Esa era la zona de confort de la Escuela de Frankfort: en lugar de verse atrapados en la engañosa euforia revolucionaria, prefirieron retirarse a un espacio intelectual no represivo donde pudiesen pensar libremente. Ese tipo de libertad resulta necesariamente melancólica, ya que nace de una pérdida de la esperanza en un cambio real”, explica Jeffries. El mayor temor de algunos miembros de la Escuela, en especial de Adorno, era que su propuesta filosófica fomentara ambiciones radicales de personalidades autoritarias como las que habían florecido en el nazismo. Ahí el delirio de la lectura: en la paranoia al radicalismo. Además de narrar acontecimientos fundamentales para el desarrollo del pensamiento de estos filósofos —como los desencuentros con la Federación Socialista Alemana de Estudiantes—, Jeffries también relata breves historias que ayudan al lector a comprender desde varias aristas la postura de cada uno: la historias de un joven Marcuse en la defensa comunista peleando contra francotiradores de derecha; la amistad de Habermas con el papa Benedicto XVI; o las fiesta hollywoodenses de Chaplin a las que Adorno asistía, entre otras cosas. Gran Hotel Abismo puede ser leído como una carta de motivos, el behind the scenes de extraordinarias obras filosóficas, o, como yo disfruté más leyéndolo, como una novela de acción, llena de intriga, peleas, enredos, violencia y pasiones, un potencial blockbuster de la Escuela de Frankfurt y una gran manera de sumergirse en una tradición filosófica de complejidad apabullante.

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/CR

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