Columnas
Los negocios no requieren clases de humanismo, las personas sí. Gianpiero Petriglieri, profesor asociado de comportamiento organizacional en la escuela de negocios INSEAD con presencia en Francia, Singapur y Emiratos Árabes Unidos, escribió para la revista Harvard Business Review un artículo muy interesante sobre la evidente falta de humanismo que el mundo empresarial presenta al tratar de seguirle el paso a la era tecnológica. Describe una anécdota que ocurrió cuando Mark Zuckerberg, fundador y presidente ejecutivo de Facebook, hace algunos años, jugaba el juego de palabras “scrabble” con la hija adolescente de una amiga. En el primer intento, Zuckerberg perdió la partida, acto seguido se abocó a escribir un programa que le permitiera ganar; muy pronto, los espectadores tomaron partido, equipo de humanos versus equipo de máquinas.
Este tipo de historias cada vez son más comunes; las escuchamos cuando una empresa tecnológica lanza la noticia de que creó un robot capaz de ganarle al ajedrez al campeón del mundo; cuando se desarrolla un algoritmo capaz de interpretar una conversación e interactuar como si fuera un ser humano. Petrigliere hace referencia al común denominador que tienen las personas muy capaces, inteligentes pero poco preparadas en las artes, en lo humano; no tienen la paciencia para ponderar las implicaciones de su trabajo, dan preferencia a los datos y no titubean en tratar cosas nuevas; se mueven rápido, rompen cosas y en caso de echar a perder algo de valor, se disculpan prometiendo hacerlo mejor la próxima vez. El mantra donde el fracaso es, ante todo aprendizaje disfrazado.
Petrigliere coincide con Jack Ma, el hombre más rico de China y fundador de Alibaba, la empresa de comercio electrónico más grande de Asia, en la importancia de retomar el valor de la enseñanza de artes, de música, civilidad, en las escuelas, en todos los niveles, a todas las edades. Petrigliere también reconoce que no será suficiente. La tecnología y las fuerzas económicas son necesarias para el progreso; la responsabilidad de las humanidades por su parte ayudan a los líderes de negocio a ser más empáticos y considerados, inspiradores e impactantes. La brújula moral en matrimonio de conveniencia con la tecnología.
La tecnología es objetiva, fría, calculadora, sin sesgo; el humano es inconveniente, aburrido, distraído, lleno de contradicciones, en constante descubrimiento personal. Se plantea la pregunta sobre si los problemas actuales de fragmentación social y la falta de significado en el lugar de trabajo no son síntomas de lo que no funciona, sino efectos secundarios de lo que funciona, es decir, ¿son los resultados imprevistos de nuestra obsesión por resolver problemas y generar ganancias?.
Estamos en muy buen momento para reconocer que la carrera versus la tecnología no la ganaremos como humanos, que es de humanos moverse entre.