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“Ya hay un nuevo teatro para niños

“Ya hay un nuevo teatro para niños"

Entornos viernes 05 de octubre de 2018 -

La solidez del teatro para niñas, niños y jóvenes en nuestro país viene dada por una perspectiva: la de abordar los asuntos más difíciles e incómodos, tratando la sensibilidad e inteligencia de los pequeños con respeto, asegura Jaime Chabaud en entrevista. Por Claudia Domingo “Hace algunos años, mi obra Lágrimas de agua dulce fue censurada por el DIF del gobierno del Distrito Federal. Cuando pasan esas cosas —que afortunada y desafortunadamente no es la primera vez con un texto dirigido a público infantil— no puede uno más que pensar que ha tomado el camino correcto. La obra cuenta (que no denuncia) una historia de explotación infantil, el pan de cada día en México. Ser motivo de censura por autoridades miopes nos habla de la resistencia hacia un teatro poderoso que viene desarrollándose en mi país: el dedicado al joven público”, explica el dramaturgo Jaime Chabaud, una de las figuras más destacadas de la escritura dramática en México, y quien se ha adentrado con éxito en el rubro específicamente dirigido a jóvenes audiencias. Para Jaime Chabaud, hay una nómina de autores, como Perla Szuchmacher, Bertha Hiriart, Amaranta Leyva, Maribel Carrasco, Verónica Maldonado, José Luis Pineda, Antonio Zúñiga, Camila Villegas, Mónica Hoth, Javier Malpica, Elba Cortez, Hasam Díaz y varios puñados más, que han dado la vuelta a este teatro para ponerlo a la vanguardia, al menos, en América Latina. ¿Cuál era la situación anterior?, se le pregunta. “La mayoría de los autores crecimos con un teatro para niños y jóvenes fincado en la extraña creencia —y práctica— de que debía ser una especie de clase de fin de semana, una extensión del aula. El didactismo fue una línea muy arraigada que aún perdura aunque con gran descrédito entre los teatreros gracias al surgimiento de este ‘nuevo’ teatro. También van a la baja las Caperucitas Rojas y los Hansel y Gretel edulcorados, deslactosados y descafeinados que tratan como subnormales a sus receptores en un prejuicio tácito que los excluye de la experiencia artística”. El ganador del Premio Juan Ruiz de Alarcón que otorga el INBA especula que el gremio mismo ha sido cómplice o promotor de este teatro “pobre, didáctico, miserablemente dulzón”, pues se consideraba una tablita de salvación financiera. “‘¡Necesitamos plata!’, dice uno. ‘Hagamos una obra infantil’, suele contestar el otro en automático. Así, el teatro para niños se ha ejercido desde la más cobarde de las impunidades, sin rigor artístico y, peor, sin que los involucrados se hagan preguntas sobre su destinatario”. Al preguntársele qué caracteriza a esta forma teatral, el fundador y director de la revista Paso de Gato rememora: “En más de un congreso llegué a escuchar atónito ‘qué temas deben o no tratarse’. La respuesta que ha dado el Nuevo Teatro para Niños ha sido “todos”. No hay tema (me enfada el término por pequeño) o asunto o mundos que no puedan ser expuestos a los chicos”. “Después de dar tumbos y tropezar una y otra vez”, continúa Chabaud, “el día que entendí el tipo de dramaturgia para joven público que me interesaba fue ante la representación de un Quijote con marionetas a cargo de Leonardo Kosta. Sonará estúpido, pero fue una especie de epifanía: en el momento en que Sancho es arremetido con mil azotes por su patrón para quitarle lo endemoniado, éste inquirió al público sobre la injusticia de que era objeto diciendo ‘porque a ustedes no les pegan, ¿verdad, niños?’. En las primeras filas un pequeño, acompañado de su padre, se levantó y con las manos en alto comenzó a gritar: ‘¡A mí sí!, ¡a mí sí!’. Hubo carcajadas nerviosas y el padre del chiquillo se sumergió hasta lo más hondo de su vergüenza y de la butaca. Ese día descubrí que el teatro, ese poderoso vehículo que siempre ha sido, si a alguien tenía que educar era a los padres. Y claro, las reacciones ante la dramaturgia para niños actual en nuestros escenarios es la de admiración o la de rechazo sin medias tintas por parte de los progenitores. No falta el padre que saca a sus hijos vociferando que eso ‘no es teatro para niños’. Otros agradecen que se haga un trabajo inteligente que ponga a pensar a chicos y grandes, que les mueva el piso y que incluso los increpe”. Su optimismo exige plantear una pregunta: ¿esta tendencia se mantendrá? Chabaud no duda en responder: “Este tipo de textos, por fortuna, es acompañado de montajes de una altura profesional a toda prueba, con valores de producción contundentes y actores y realizadores comprometidos. No es que no haya fracasos en todas las intentonas pero ha sido evidente que los éxitos de estas obras han sido también consecuencia de puestas en escena profesionales”.

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/CR

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