Censura o legalidad

Columnas viernes 02 de mayo de 2025 - 01:00

La fuerte desestabilización emocional que muestran los autodenominados periodistas de primer nivel, cuando hablan de la Ley de Telecomunicaciones los desenmascara. La discusión de dicha ley se pospuso para junio, para dar oportunidad a los inconformes a dar su punto de vista.

 

Sin duda tendrá mayor solidez la ley, y menos razones de peso para criticarla, pero hay afectados, los más dañados son esos periodistas de primer nivel, quienes, inexplicablementeperduran al aire a pesar de su bajo rating y su añejo estilo de trabajar, poco honesto.

 

Ellos basan la cotización de sus tarifas de publicidad y la poca audiencia que todavía les queda, en lo bots, que son su único público real. Así engañan a los dueños de los medios para los que trabajan, al público y a los anunciantes.

 

Con la ley de telecomunicaciones podrá saberse la realidad obre el nivel de audiencia con el que cuentan programas del pasado, de los que en realidad vivieron y vivieron muy bien, del subsidio que les daban los anteriores gobiernos.

 

Para nadie es un secreto su estilo de dar noticias ni sus subsidios mal habidos, donde dejaban sin medicamentos, ni servicios a los enfermos del sector salud para darles su chayote millonario. De ahí que insistan en que se trata de una ley que atenta contra la libertad de expresión, cuando regulará e trata de regular herramientas y programa que han surgido en los últimos años, sin estar dentro de las normas de la comunicación.

 

Pero como lo periodistas de primer nivel, ahora en decadencia, deben defender lo poco que le queda de público, con la credibilidad extraviada entre sus propios excesos, crean una realidad para paralela, como siempre lo han hecho, y definen como censura lo que e orden.

 

El ejemplo más claro de que no hay autoritarismo es la libertad que tienen ahora para decir lo que quieran contra los gobernantes y el gobierno, nadie ha sido censurado. Han cambiado de actividad quienes, al descubrirse sus mentiras y tergiversaciones de la realidad, son despedidos porque se quedan sin público y, por lo tanto, sin anunciantes.

 

Se dicen crítico cuando buena parte de esas críticas son mentira, que repiten en nado sincronizado para dar credibilidad a sus palabras.

 

Los argumentos que en su defensa han hecho esos periodistas radica en que dicen ser críticos, y la orden viene del gobierno. En ningún caso ha sucedido así, todavía. Los despiden porque la gente deja de creer en ellos y por ese camino van todos. Si en realidad hubiera habido una orden del gobierno, la noticia repercutiría en los foros y tribunales internacionales, y la oposición la tendría como bandera, pero todos saben que no es por censura el cambio de empleo de estos lectores de noticias sino porque carecen de público.

 

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/CR

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