Distritación electoral: historia y perspectivas

Columnas martes 23 de febrero de 2021 - 01:31

Por Sergio González

Superada la macrojornada electoral 2021, uno de los más formidables retos que se le presentarán al INE este mismo año (junto a la consulta popular de agosto) será sin duda la redistritación.

¿En qué consiste la redistritación?, según la Constitución, nuestra Cámara de Diputados se integra por 500 diputados federales. 300 de ellos electos según el principio de votación mayoritaria relativa, mediante el sistema de distritos electorales uninominales y los otros 200, electos según el principio de representación proporcional, mediante el sistema de listas regionales, votadas en circunscripciones plurinominales. 

La propia carta fundamental dispone que la demarcación territorial de esos 300 distritos electorales uninominales será la que resulte de dividir la población total del país entre los distritos señalados. La distribución de los distritos electorales uninominales entre las entidades federativas se hará teniendo en cuenta el último censo general de población, cuyos resultados conocimos hace unos días, sin que en ningún caso la representación de un estado pueda ser menor de dos diputados de mayoría.

Ante estos dos mandatos, la conformación geográfica de dichas unidades electorales no puede ser producto del azar sino de un procedimiento técnico, jurídico y político muy sofisticado, de varias fases, que despliega en primera instancia personal especializado del INE, en desarrollo de ciertas premisas fundamentales o principios rectores que su Consejo General determina previamente. Además, a lo largo de todo el proceso concurren los partidos políticos nacionales.
En nuestro país la redistritación es de cuño relativamente reciente. En mayo de 1978, la Comisión Federal Electoral, antecedente inmediato del IFE, aprobó la demarcación territorial (en realidad primera distritación) de los 300 distritos en que se divide el país, para las elecciones del año siguiente. Ese mismo año, se acordó determinar el número de habitantes por distrito y el número de distritos correspondiente a cada Estado, con base en las proyecciones de población para 1979 calculadas por la extinta Secretaría de Programación y Presupuesto, tanto a nivel nacional como estatal y municipal, con base en los resultados de los censos generales de población precedentes. Esa geografía electoral se mantuvo inalterada para las siguientes cinco elecciones federales (1982 a 1994).

Advirtiendo la antigüedad de esa distritación, la reforma constitucional de 1993 ordenó que, para la elección de 1997, se realizara una nueva distritación con base en el censo de 1990. En cumplimiento del mandato, el IFE encontró brechas numéricas abismales; por ejemplo, frente a distritos con alrededor de 250 mil habitantes se topó con uno en Nezahualcóyotl, Estado de México, con más de 600 mil, lo que reblandecía la regla de que el peso específico de cada voto debe ser similar. Dicho de otra manera: tenían más fuerza los sufragios de los distritos con pocos electores que los votos de los distritos con muchos. Le contaré más en entregas subsecuentes.

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