División de poderes: el ejecutivo

Columnas lunes 06 de noviembre de 2023 - 01:00

En los sistemas parlamentarios, la división de poderes, no solamente se limita a la división tripartita que Locke y Montesquieu formulan: Legislativo, Judicial y Ejecutivo, siendo este último a su vez fragmentado,  para no dejarle ni la máxima representación del estado a un gobernante electo, pero tampoco mantener en el poder a un gobernante hereditario.


El estado es una construcción plenamente artificiosa, compuesta por instituciones que permiten la gobernabilidad de todo un territorio, imposible de edificarse previo a la modernidad, porque si algo permite el correcto funcionamiento institucional, es el cuerpo  burocrático técnicamente formado, para administrar esa maquinaria gigantesca que tiene en la Constitución, su alma.

 

El estado, no solamente debe de funcionar para mantener la plena legitimidad de su existencia, porque si no es eficaz, con independencia de quién sea el gobernante electo, tendría como consecuencia su inoperancia, restándole credibilidad. Alejar al estado de principios electorales, no dejándolo por completo a la ideología o a la propaganda de un gobierno en particular, es la razón por la cual queda fuera de los repentinos cambios electorales y su titularidad se le concede a un símbolo que al no ser político, no lo contamina con sus personales fines. El poder hereditario aleja a los intereses particulares, manteniéndose como patrimonio de la ciudadanía completa, sin importar clase o ideología.


El sentido de la monarquía, en los sistemas parlamentarios, es reconocido en sus constituciones como guardiana del estado, bajo la denominación formal de “jefe del estado”, que es el comandante supremo de las fuerzas armadas -siendo él mismo un militar-, así como el encargado de sancionar una ley, para que esta sea publicada y cobre vigencia.


El jefe de gobierno, es una figura electa al interior del parlamento, donde, después de las elecciones generales -símbolo de una democracia-, los ciudadanos, a través de los comicios eligen a los representantes, en donde el partido que logra mayoría, puede conformar a los miembros del gabinete y al jefe de gobierno o primer ministro.


El ejecutivo así dividido (jefe de estado y de gobierno), no deja todo a uno, y evita someter al estado a los intereses de la política, y a las posibles ambiciones de un grupo político. En España, un sistema parlamentario, el jefe del estado es el Rey, y la heredera a la corona, símbolo de la estabilidad del estado y del alejamiento de la política, ha jurado a la Constitución entregar su vida por esas leyes, que normalmente los intereses ideológicos de los partidos pueden degenerar en pos de su permanencia. No todo lo heredado es de suyo ineficaz, como tampoco lo popularmente electo se traduce en beneficio para la sociedad, gobiernos como el venezolano o nicaragüense, no por ser electos, están libres de la tiranía miserable.

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/CR

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