EUDAIMONÍA
Columnas lunes 17 de enero de 2022 - 01:00
La mayoría de las corrientes filosóficas clásicas del mundo occidental coinciden en señalar que la razón última de toda acción humana, es la búsqueda de la felicidad. (Debemos aclarar que no todas las corrientes plantean eso. Por ejemplo, el nihilismo, que tiene en el autor alemán Frederich Nietzche a uno de sus máximos exponentes, reduce la existencia humana a una simple cadena de sucesos sin un fin específico).
Sin embargo, quienes consideran a la felicidad como el fin de la existencia humana, tampoco se ponen de acuerdo en cómo debemos entender o interpretar este concepto. A fin de cuentas, ¿Quién puede decirnos qué es la felicidad, o cómo se puede alcanzar?
La felicidad puede ser dotada de un contenido eminentemente subjetivo: Lo que para unos puede ser considerado como “felicidad” puede no serlo para otros. No todo funciona igual para todas las personas.
En la Grecia clásica antigua, cuna de la cultura y el mundo occidental, había al menos dos corrientes o escuelas filosóficas (estoicos y epicúreos) que sostenían dos visiones distintas de cómo alcanzar la felicidad. Mientras los estoicos consideraban que la conducta mesurada del ser humano, el control de sus impulsos y pulsiones, le permitiría alcanzar la felicidad, los epicúreos (de donde derivó la escuela Hedonista) consideraban como base de la felicidad, el vivir las experiencias que permitan disfrutar de los placeres de los sentidos.
Sin embargo, Aristóteles en su obra “Ética Nicomaquea” acuña la palabra Eudaimonía (buen espíritu) que plantea la idea de que la felicidad es un fin que puede alcanzarse a través de ciertos medios de autorrealización, particularmente, la consecución de metas virtuosas que permitan el florecimiento, la prosperidad, y permitan alcanzar el bienestar personal o individual.
Esta idea de felicidad como autorrealización, puede confundirse con el éxito, como también es fácil confundir la felicidad con la alegría, o considerarla una emoción o sentimiento en vez de un fin o meta a alcanzar.
Stuart Mill, considerado como uno de los padres de la corriente utilitarista, expresó que la felicidad se logra al buscar el mayor bienestar posible, para el mayor número de personas.
En ese orden de ideas, podemos asociar la felicidad con el bienestar, y no necesariamente con el placer (ya que no son lo mismo). Sin embargo, la sociedad de consumo, con sus valores globalizados en el actual mundo capitalista occidental, es totalmente hedonista. La lógica del consumo es la satisfacción inmediata y transitoria de los placeres. Trabajamos de lunes a viernes, dando vueltas a la rueda de hámster, para reunir el dinero necesario que podamos gastar, principalmente los fines de semana, dando rienda suelta al placer de los sentidos (música, cine, diversión, comida, bebida, juego, etc.).
Flor de Loto: La idea eudaimónica de felicidad no busca el placer, sino el bienestar.
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/CR
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