El poder y la mentira

Parece que en México, el poder y la mentira son dos caras de una misma moneda, pero si seguimos pensando que esto es así y debe de seguir así, lo único que nos espera en nuestro futuro público son más mentiras, más simulaciones y más problemas.

Se puede mentir en un auditorio controlado, se puede mentir a personas que solo desean escuchar algo y construir entre ellos un esquema que valide sus creencias. Por ejemplo, durante siglos se negó que la Tierra fuera redonda y girara alrededor del sol. Sin embargo, en 2024, más de cincuenta años después que la Humanidad pisó la luna y miles de satélites circundan nuetro planeta, millones de personas siguen creyendo que la Tierra es plana.

Imaginemos que toda la Humanidad estuviera gobernada por un gobierno que renegara de la ciencia y sólo creyera en su religión terraplanista, aún y cuando a los 8 mil millones de personas que hoy somos nos obligaran a creer que la Tierra es plana, nuestro planeta seguirá siendo redondo, seguirá circulando alrededor del sol y viajando en el cosmos a miles de de kilómetros por hora. Un par de leyes de la Física destruyen las creencias de miles de millones de personas. Por ello, las mentiras son eso, a pesar de que se les repita hasta el hartazgo.  

Entonces ¿por qué en México parece que nos hemos vuelto indiferentes a las mentiras que se traducen en abusos de poder? Tal vez porque hemos normalizado que mentir es esencial para gobernar y la ciudadanía juega a esa demencia a cambio de ciertas transferencias económicas, que por cierto es dinero al cual todos contribuimos. Pero la verdad que los problemas no resueltos exhiben nos explota en la cara cotidianamente.

Hay verdades públicas irrefutables. Por ejemplo, la mayoría de los homicidios en México se cometen con un arma de fuego y montados en un vehículo. Si nuestro país controlara el tráfico de armas y mejorara el control administrativo del parque vehicular en todas las ciudades y caminos del país, probablemente se reducirían sustancialmente los asesinatos. Pero hasta en eso hemos empeorado. Hoy vemos que las placas del estado de Morelos se imprimen en papel bond: el estado “Anfitrión del Mundo” no es capaz ni de imprimir placas metálicas, como siempre las hemos conocido.

Otra verdad irrefutable: el Gobierno no crea riqueza, esencialmente sólo la redistribuye de los impuestos que cobra a la ciudadanía. El gobierno gasta mucho, invierte poco y la clase gobernante está acostumbrada a no rendir cuentas. A cualquier presidente municipal se le perdonan sus robaderas, si hace alguna repavimentación u organiza grandes fiestas.  A un gobernante rapaz se le exculpa si reparte tarjetas en efectivo, a pesar de que deje en los huesos los hospitales o las escuelas.

Por todo lo anterior, no podemos elegir a una Jefa de Estado que use la mentira como herramienta de propaganda.